Y la sacaron también en castellano.
Esto es lo que cuenta de su amistad con ella:
Hablábamos mucho de teología, sentados en el porche de su casa. A menudo yo me tumbaba en la hamaca. Ella ya había leído todo – Peguy, Bernanos, Mauriac… – y sabía explicarlo, traduciendo lo que leía a la vida de todos los días. Sin embargo, lo que más me gustaba era su simpatía: contaba historias, bromeaba. Hablar con ella era bellísimo. Me acuerdo que ponía motes a todos, también al obispo de Savannah, para tomarle el pelo. Lo hacía también conmigo.