viernes, 27 de junio de 2025

Mi artículo de 2020 sobre las acusaciones de racismo a Flannery O'Connor

He descubierto que un artículo que escribí sobre una polémica en 2020 sobre racismo ya no está en la web de El debate, así que lo copio aquí, corrigiendo algunas expresiones:

El honor perdido de Flannery O’Connor

Ángel Ruiz

Este 24 de julio, el rector de la Universidad Loyola de Maryland anunció el cambio de nombre de una Residencia de Estudiantes. ¡Jugada maestra! Quitaba a Flannery O’Connor, escritora católica, y ponía a Thea Bowman, una monja afroamericana. Con ello el rector creía que solucionaba, y seguro que pensó que brillantemente, un problema que se le acababa de presentar: la recogida de firmas iniciada por una alumna, Regina McCoy, que denunciaba por racismo a la autora sureña.

La acusación se basaba muy probablemente en un artículo del New Yorker. Lo había escrito Paul Elie, profesor en Georgetown, que seguramente no esperaba un resultado tan rápido y tan extremo, aunque la clave estaba en el título: Cuánto de racista era Flannery O’Connor sería una traducción bastante literal. El racismo lo daba por supuesto y solo quedaba discutir cuánto, con lo que se insinuaba que mucho.

Elie usaba como munición algunas frases de un libro recién publicado de Angela Alaimo O’Donnell, una investigación muy detallada y llena de matices. Creo que se ve bien que aquí ha ocurrido un a modo de juego del teléfono estropeado: un trabajo académico sobre racismo en Flannery O’Connor acaba reducido a titular-carnaza para el clickbait, pero en una revista supuestamente seria, que lee una estudiante blanca y concienciada, que lanza la campaña contra una racista extrema. El rector, como la mayoría de los rectores actuales, cedió sin lucha.

A mí lo que me preocupa no es ese episodio penoso de la universidad de Maryland, sino la posible señal de un cambio de valoración crítica de Flannery O’Connor, que se percibe también en una devastadora crítica reciente en el New York Times a un documental sobre su vida: los argumentos iban en esa línea ideológica introducida por Elie de condenar a la autora mirando del modo más torcido posible su biografía e ignorando el valor de su obra. Parece como que esta escritora siempre extraña, católica a la vez que sureña, ya no estuviese a la altura de los nuevos requerimientos, que imponen criterios muy rigurosos de corrección política.

No dejaba de ser sorprendente el enorme prestigio del que gozó desde su muerte en 1964, tanto entre otros escritores como entre la crítica, con apoyos que resultaron fundamentales para mantenerla en un lugar privilegiado del canon literario, como el de Harold Bloom, que aunque me parece que no llegó a comprenderla nunca, siempre mostró gran aprecio por todo lo que ella había escrito: percibía algo muy profundo en esos relatos y novelas poblados por personajes peculiares, casi siempre en situaciones extremas.

La consecuencia más concreta que me parece que puede producirse en este combate de ideas es el progresivo deterioro de su posición destacada en el canon más influyente, el de los libros recomendados en secundaria y en los cursos generales de la Universidad. Mi sensación es que se ha levantado la veda, en beneficio de autores más en la onda ideológica del puritanismo actual.

¿Pero fue Flannery O’Connor racista? Ya que no podemos hurtar ahora la pregunta, tan torticeramente puesta en primer plano por Elie en el altavoz del New Yorker, tendremos que decir -perdón- que «depende»: para una línea crítica cada vez más dominante en la Universidad americana, todos somos racistas hasta que se demuestre lo contrario por un sostenido esfuerzo de mostrar nuestro sentimiento de culpa por nuestro racismo primigenio. Si vamos a lo particular, Flannery O’Connor es acusada de racismo por usar «nigger», la palabra archiprohibida ahora y de mal gusto entonces; hasta la mantuvo en el título de uno de sus cuentos más famosos contra la opinión más pudorosa de otros, pero es que justo ese cuento, El negro artificial, es una de las más profundas reflexiones sobre el sufrimiento de los negros. Por lo demás, los acusadores señalan algunos pasajes de cartas a una amiga muy partidaria del movimiento por los «derechos civiles», con la que adoptó un tono muchas veces bromista, otras irónico, sobre el contexto del Sur en el que ambas habían crecido. Son cartas en las que nunca se pliega a las consignas generales, que todo lo fiaban a meros cambios legales; ella dudaba mucho de que las leyes que eliminaban la separación de razas fueran a resultar tan eficaces, aunque en sí mismas las considerase positivas, porque pensaba que había heridas que solamente se podrían restañar a través de un largo proceso, muy delicado, de respeto y caridad mutuos. A esa amiga le explicaba también que no pensaba relacionarse en el Sur con activistas negros como James Baldwin, por lo que supondría de escándalo para sus personas cercanas, algo que sí podría plantearse si viviera en el Norte, donde los rencores no estaban a flor de piel. El tiempo le ha dado a ella la razón: la desaparición de la discriminación legal no ha resuelto el problema, esa imposible por ahora convivencia normal entre razas en Estados Unidos.

Lo más importante, y en ello insiste el libro de Alaimo O’Donnell con razón, es que en sus escritos de ficción levantó una obra que ilumina la cuestión del racismo en la vida americana, mostrando esas tensiones y sin traicionar la verdad más honda. Por el camino, el honor de Flannery O’Connor está siendo arrastrado por el barro, mientras que gracias a su obra comprendemos lo que los partidarios de soluciones simplistas no quieren que veamos. Nos quedan relatos como El día del Juicio, Todo lo que asciende tiene que converger o Revelación para seguir ahondando en esta tragedia del maltrato de unos a manos de otros por cuestiones de raza. 

viernes, 20 de junio de 2025

José Jiménez Lozano sobre FO'C

En dos pasajes de dos diarios consecutivos de José Jiménez Lozano aparece un texto similar, sobre ese Cristo cercano al Santo Cristo de Burgos, realista y tremendo a la vez, del convento de las Claras de Palencia, del que hizo un poema muy tremebundo Unamuno. Todo ello le recuerda a esa figura jibarizada que está en el centro de Sangre Sabia, de Flannery O'Connor: 

Hacía años que no veía el Cristo de las Claras, de Palencia. Y, naturalmente, me he acordado del estupendo poema de Unamuno, pero mucho más del cadáver de homínido reducido del museo, que es un Cristo en las páginas de Sangre sabia, de Flannery O'Connor. Creo que es con referencia a este Cristo como sería exigible hacer ahora la teología de la post-modernidad, «post-mortem Dei» y «post-mortem hominis». Nunca más seria (La luz de una candela en Obras completas, Diarios I, 815).

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Es terrible, pero esta vez que vuelvo a ver el Cristo de las Claras de Palencia, que está expuesto en el coro bajo de la iglesia y a una luz muy cruda, no evoca en mí para nada el poema unamuniano, sino el cadáver reducido que hay en el museo, en Sangre sabia de Flannery O'Connor, y que verdaderamente es algo tan terrible; no «un Cristo de tierra», como decía Unamuno, sino algo un poco nauseabundo y risible, quizás el Cristo del Viernes Santo especulativo de Hegel, y el de la muerte de Dios nietzscheana, el desecho de la modernidad, incluso religiosa, que, sin embargo, como en la novela de la O'Connor, puede funcionar rentablemente (Los cuadernos de letra pequeña en Obras completas, Diarios I, 865).

viernes, 13 de junio de 2025

Un excelente artículo sobre humor en Flannery

David Mills escribe un artículo excelente sobre por qué admiramos como persona a Flannery O'Connor, incluso la gente que no valora mucho su obra. Explica que ella sabía ponerse en el lugar de los demás. También ayudaba su sentido del humor. Cita este párrafo de una carta de ella:

My latest accomplishment is that I flunked the driver’s test last Wednesday. This was just to prove I ain’t adjusted to the modern world. I drove the patrolman around the block. He sat crouched in the corner, picking his teeth nervously while I went up a hill in the wrong gear, came down on the other side with the car out of control and stopped abruptly on somebody’s lawn. He said, ‘I think you need sommo practice.’” (...) “I did make a hundred on the written part, but this profiteth me nothing.

Mi último logro es haber suspendido el examen de conducir el miércoles pasado. Fue sólo para demostrar que no estoy adaptada al mundo moderno. Llevé al examinador dando la vuelta a la manzana. Se sentó agachado en un rincón, hurgándose los dientes nerviosamente mientras yo subía una cuesta con la marcha equivocada, bajaba por el otro lado con el coche fuera de control y me detenía bruscamente en el césped de alguien. Él dijo: “Creo que necesitas algo más ["summo" en dialecto sureño] de práctica”. (...) Sí que acerté cien de cien en la parte escrita, pero esto no me ha servido [usa "profiteth", que suena a lenguaje bíblico arcaico] de nada.

viernes, 25 de abril de 2025

Con los Fitzgerald en Connecticut

De lo que se ha escrito con ocasión del centenario del nacimiento de Flannery O'Connor destacaría un artículo excelente de John Kulka sobre el tiempo que pasó en una granja de Connecticut con Robert y Sally Fitzgerald: “The Happiest Time of Her Life”: Flannery O’Connor in Connecticut with Sally and Robert Fitzgerald. 

Cuenta en él de un viaje que hizo con William Sessions, que explicaba el ritmo de la vida allí, cuando estaba ella escribiendo Sangre sabia. Le vino muy bien leer la traducción de Edipo Rey entonces:

Es un artículo extraordinariamente bueno. Es doloroso, por cierto, leer de los proyectos fallidos, primero de Sally Fitzgerald, luego del propio William Sessions, de hacer una biografía definitiva de Flannery O'Connor.

viernes, 11 de abril de 2025

Una exposición de sus cuadros

En Milledgeville, con ocasión del centenario, han hecho una exposición de cuadros de Flannery O'Connor. La noticia la sacaron en el New York Times: es un artículo muy interesante. Ahora hay un artículo mucho mejor todavía de Fr. Damian Ference, con excelentes fotos.

A mi sus cuadros me gustan mucho, quizá porque los veo con buenos ojos. Aquí dan la noticia en detalle y de ahí tomo las fotos, empezando por su autorretrato con un faisán, que sí que era conocido de antes:




viernes, 28 de marzo de 2025

La presencia de la gracia recién salido en español

Para redondear las celebraciones del centenario del nacimiento de Flannery O'Connor, me he enterado de que acaba de salir la traducción española de las reseñas que publicó, recogidas en un libro titulado La presencia de la gracia, con traducción de Mario Grande. Yo lo había leído en inglés y me había gustado mucho. Eran sus colaboraciones en el Boletín Diocesano, que se tomaba como un deber, aunque no era algo que a ella le gustase especialmente. Esas reseñas dan muchas pistas sobre sus lecturas y sobre su modo de entender la literatura.

La noticia ha salido en La Vanguardia: supongo que el libro estará pronto disponible. Lo publica Ediciones Cinca y Cermi, de donde tomo la foto de la portada.


jueves, 27 de marzo de 2025

Comentarios positivos sobre Wildcat

Sigo a Catholic Culture, que tienen un canal de youtube muy interesante.
En este programa en el que han invitado a Joshua Hren, tienen una opinión muy positiva de Wildcat, frente a lo que planteaba yo, con argumentos que yo no valoraba o no valoraba tanto. Es interesante:
 

Muy interesantes son los argumentos que dan en este otro vídeo respecto a los que ven racismo en Flannery O'Connor. También critican la "reconstrucción" de Por qué se amotinan las naciones, que hizo Jessica Hooten Wilson: yo estoy totalmente de acuerdo. Me consuela que en Estados Unidos siga habiendo opiniones sensatas sobre esta cuestión:

miércoles, 26 de marzo de 2025

Mis impresiones sobre Wildcat

Por fin he visto (no diré por qué vía) Wildcat, que se podría traducir por El gato montés, la película dirigida por Ethan Hawke en 2023. Ha sido la gran sensación en los ambientes donde se habla de Flannery O'Connor y tenía mucha curiosidad por verla (hablé de ella por junio del año pasado)

Es una película ambiciosa, rodada con buenos medios, trabajada, con un guión complejo y actuaciones de nivel. Dicho todo esto, a mí me ha decepcionado. Mi principal crítica es que queriendo ser un retrato fílmico de Flannery O'Connor, le falta algo fundamental, el humor y la esperanza que permea la vida y la obra de la escritora. Todo es tristeza en esta película, todo es dolor o peor, amargura, angustia. Dicho de otro modo, no hay nada por lo que vivir: la protagonista es una mujer de vida piadosa pero sola e incomprendida, con una madre que seguro que no se corresponde a la imagen de la Regina Cline real, sino a los personajes que podrían tener un eco (y seguro que con un punto humorístico) en ella. Así por ejemplo la madre de Todo lo que asciende debe converger en la película aparece (la misma actriz que hace de Regina) sin nada que la haga mínimamente amable, dentro de sus limitaciones, bien descritas. Es un problema general de la película: se crea un hilo biográfico que se pespuntea con relatos de Flannery O'Connor que se podrían entender en esa clave y todo acaba formando una unidad que no se corresponde con la realidad: ni Flannery era un ser amargado (basta leer sus cartas), ni su madre era un monstruo de intolerancia.

Me gustó el que se centre buena parte de la trama en torno a su admiración y seguramente amor por el poeta Robert Lowell. El problema es que todo se hace girar en torno al año 1950, el año fatídico de la reclusión de Flannery en Andalusia por el lupus, que fue un cambio completo de su vida: para que todo cuadre, se fuerza la cronología, haciendo por ejemplo La espalda de Parker como un cuento escrito incluso antes, cuando en realidad es de los últimos de la escritora, de 1964. Es un cuento de madurez y de una grandísima hondura, que no es la de 1950 y que no se consigue transmitir en la película en su transposición fílmica.

Así, los distintos cuentos de Flannery puestos en imágenes no consiguen estar a la altura de los textos literarios. No sé qué pensará el que vea la recreación de La buena gente del campo tal como aparece aquí: no entenderá mucho, me parece. En cierto modo, es una película para lectores de la obra de Flannery O'Connor, pero con una perspectiva que a mí me parece reduccionista, todo de tejas para abajo. Por poner un ejemplo: la conversación de Asbury con el padre Flynn, de El escalofrío permanente, que es un prodigio de humor, aquí se pone en boca de la propia Flannery, convirtiéndola en una escena desgarrada, de pura desesperación, consiguiendo un efecto que es justamente el contrario de lo que ella había querido expresar en el relato.

Yo creo que cada cuento y cada novela merecen una película y aquí se quiere abarcar mucho y no se consigue que el retrato de la escritora sea el que a mí me parece que sería más cercano a la realidad: quizá esté yo equivocado, pero no lo sé.

Tenéis una larga, detallada y precisa reseña de Henry T. Edmondson III sobre la película. Me alegra coincidir con él. También estoy de acuerdo con todo lo que dice en su crítica Ralph C. Wood.

martes, 25 de marzo de 2025

Hoy Flannery O'Connor cumpliría 100 años

Murió muy joven, con 39, antes de que yo naciera. Podría haber vivido hasta ahora: no sé qué habría escrito o cómo habría orientado su vida. Esta se completó aquí abajo en 1964 y su obra, realizada con dedicación, premura y delicadeza, es muy valiosa.

Este blog celebra el aniversario por todo lo alto. Me gustaría que su obra sea más conocida. Quizá, para quien se acerque por primera vez a esos textos les sean útiles las tres entradas de introducción que hice, con consejos de lectura.

En la editorial Encuentro han sacado una edición revisada, con una selección de sus cuentos. La han titulado Un encuentro tardío con el enemigo, de uno de los cuentos que más me gustan de ella. Si no habéis leído nada, este libro puede ser un buen modo de empezar:

lunes, 24 de marzo de 2025

El último libro de Ralph C. Wood

Ralph C. Wood ha publicado Flannery O'Connor and the Church Made Visible. A Revolutionary Witness for the Sake of the Gospel (Baylor University Press, 2024). Es una gran noticia, porque Wood es uno de los más importantes estudiosos de la obra de Flannery O'Connor, a la que llegó a conocer en persona cuando era estudiante. Su Flannery O'Connor and the Christ-Haunted South es uno de los mejores libros que se han escrito sobre ella (ya hace más quince años lo elogiaba aquí).

Aquí reúne varios trabajos previos con un hilo común, el de la cuestión de Iglesia y Estado en los Estados Unidos, donde nunca hubo iglesia oficial y sí la noción oficial de que no había iglesia, sino iglesias y libertad de culto, pero no presencia de la iglesia en la vida oficial, aunque en cierto modo lo que había era, según Chesterton, una nación con la forma de una iglesia. No está de acuerdo Wood con esa frase, pero la cuestión va por ahí.

El libro tiene artículos excelentes, sobre todo uno sobre la presencia del demonio en Los violentos lo arrebatan. También me ha gustado que haga matizaciones al libro sobre el racismo de Angel Alaimo O'Donnell: sin entrar a discutir las frases que causaron la polémica, muestra la actitud de Flannery O'Connor en la presentación de personajes, donde se ve claramente que no hay nada de racismo en su obra.