No sé si se nota en el título que he puesto: en este libro de Patrick Samway (Flannery O’Connor and Robert Giroux. A Publishing Partnership. Notre Dame IN, University of Notre Dame Press, 2018) el centro lo ocupa Robert Giroux, sin duda uno de los mejores editores de la historia, y en torno a él, Flannery O'Connor.
Sobre el libro hay una reseña muy interesante de Angela Alaimo O'Donnell, a la que os remito, proque sabe destacar las muchas cosas interesantes que tiene este libro.
El que la famosa sea Flannery, parece que no le acaba de gustar al autor del libro, amigo de Giroux y mucho más en sintonía con él que con ella. De hecho la acusa de cosas sorprendentes, la más sorprendente para mí la de ser reticente a recibir críticas, cuando es la persona (basta ver el libro de Christine Flanagan sobre sus cartas con Caroline Gordon) que más las buscaba y aceptaba.
Más grave es un párrafo, de redacción penosa, en el que habla de que se empeñó en convertir a Betty Hester. Y justo ahí habla de que esta se suicidó, algo que ocurrió más de treinta años después de la muerte de Flannery. Parece como que quiere establecer una relación causal:
De la figura de Giroux, que por otro lado resultó ser un editor ideal para ella (basta leer las cartas en The habit of Being) nada se critica, todo se entiende, nada se pone en cuestión. Era amigo de Samway, pero quizá hubiese estado bien que ejerciese con él también un mínimo sentido crítico.
Al final el libro resulta una vindicación de Giroux y una condena de Flannery O'Connor, algo bien sorprendente. Es un esfuerzo, otro más, por juzgarla con el código penal de la corrección política actual.
El que la famosa sea Flannery, parece que no le acaba de gustar al autor del libro, amigo de Giroux y mucho más en sintonía con él que con ella. De hecho la acusa de cosas sorprendentes, la más sorprendente para mí la de ser reticente a recibir críticas, cuando es la persona (basta ver el libro de Christine Flanagan sobre sus cartas con Caroline Gordon) que más las buscaba y aceptaba.
Más grave es un párrafo, de redacción penosa, en el que habla de que se empeñó en convertir a Betty Hester. Y justo ahí habla de que esta se suicidó, algo que ocurrió más de treinta años después de la muerte de Flannery. Parece como que quiere establecer una relación causal:
the acceptance of the Mary Ann book picked up her spirits, revealing an ebullience rarely seen in her letters. She had found a new mission, not to try to instruct or convert someone, as she had done with great intensity with Hester (who would commit suicide in 1998), but to help the cause of a girl she had never met and whose life story needed to be told (207).También parece fastidiarle que no fuese tan moderna y abierta como a él le gustaría. Lo digo por este párrafo:
All of this is to say that O’Connor’s discussion of theology, particularly its Thomistic formulations, reflects much of the thinking of her particular time and society.Y a continuación habla de su “theological bias” y que la salva que escribiera “in a postmodern mode” (249).
De la figura de Giroux, que por otro lado resultó ser un editor ideal para ella (basta leer las cartas en The habit of Being) nada se critica, todo se entiende, nada se pone en cuestión. Era amigo de Samway, pero quizá hubiese estado bien que ejerciese con él también un mínimo sentido crítico.
Al final el libro resulta una vindicación de Giroux y una condena de Flannery O'Connor, algo bien sorprendente. Es un esfuerzo, otro más, por juzgarla con el código penal de la corrección política actual.