Hace unos días Esperanza Ruiz
hizo una reseña de los Cuentos Completos. Se fijaba en uno no muy conocido,
El pavo (
The turkey), de los años de formación de Flannery O'Connor en Iowa, que presentó como trabajo de fin de Master junto a otros cinco y nunca llegó a publicar, seguramente porque pensaba que lo podía mejorar dándole más vueltas, como lo hizo en
El juicio final, que mejora un montón
El geranio, otro cuento de ese grupo.
He releído el cuento y me he encontrado que anuncia a personajes como Francis Marion Tarwater, protagonista de su segunda novela, o Rufus Johnson, de
Los lisiados entrarán primero: adolescentes que perciben claramente una llamada de Dios y luchan contra ella. De hecho, el núcleo dramático es ese despertar moral adolescente, aquí en torno a la cuestión de la blasfemia: es fascinante cómo, por medio de monólogos del protagonista, se muestra la conciencia en esas milésimas de segundo donde se decide el bien o el mal.
Es sabido que en la obra de esta autora el pavo real (en ingles peacock) representa a Cristo Resucitado, como lo afirma explícitamente el cura en uno de los cuentos centrales de Flannery, La persona desplazada, siguiendo, por lo demás una tradición bien asentada desde los orígenes del cristianismo. Aquí, en cambio, es un pavo común (turkey) y quizá también representa a Cristo, pero en este caso herido, huyendo y quizá dejándose perseguir por el niño,
Por otro lado, está la cuestión girardiana de la imitación: el protagonista tiene el modelo negativo de su hermano, una especie de Misfit en potencia. Él busca la aprobación de sus padres, pero se ve solo, aunque anhela la relación con los demás. Es también como Hazel Motes, el protagonista de Sangre sabia, en esa búsqueda de Dios y en padecer por ello.
Por lo demás, ese niño solitario que se siente un poco raro es un trasunto de la autora. Sus conversaciones consigo misma o con su ángel de la guarda, de las que tenemos testimonios de ella misma, son paralelas a las del protagonista, que juega a vaqueros con amigos invisibles y que habla con Dios como un anciano que imagina como Bing Crosby o Spencer Tracy ...
Hay un
excelente artículo de Damian J. Ference donde se centra, al hilo de el nexo común entre Flannery O'Connor y Benedicto XVI en la centralidad de Jesucristo, en un pasaje de ese relato, el de la llamada de Dios al protagonista.
Y qué bien empieza el cuento:
His guns glinted sun steel in the ribs of the tree and, half aloud through a crack in his mouth, he growled, "All right, Mason, this is as far as you go.
"A la luz del sol, sus pistolas lanzaron destellos acerados sobre las ramas del árbol y, a media voz, entreabriendo apenas los labios, gruñó: —Ya está bien, Mason, se te acabó el juego."
Ahí es cuando avanza, en ese juego de vaqueros que juega él solo, para encontrar el pavo herido que cambiará su vida. El preludio, como tantas veces en Flannery, es la luz y los árboles.