miércoles, 26 de marzo de 2025

Mis impresiones sobre Wildcat

Por fin he visto (no diré por qué vía) Wildcat, que se podría traducir por El gato montés, la película dirigida por Ethan Hawke en 2023. Ha sido la gran sensación en los ambientes donde se habla de Flannery O'Connor y tenía mucha curiosidad por verla (hablé de ella por junio del año pasado)

Es una película ambiciosa, rodada con buenos medios, trabajada, con un guión complejo y actuaciones de nivel. Dicho todo esto, a mí me ha decepcionado. Mi principal crítica es que queriendo ser un retrato fílmico de Flannery O'Connor, le falta algo fundamental, el humor y la esperanza que permea la vida y la obra de la escritora. Todo es tristeza en esta película, todo es dolor o peor, amargura, angustia. Dicho de otro modo, no hay nada por lo que vivir: la protagonista es una mujer de vida piadosa pero sola e incomprendida, con una madre que seguro que no se corresponde a la imagen de la Regina Cline real, sino a los personajes que podrían tener un eco (y seguro que con un punto humorístico) en ella. Así por ejemplo la madre de Todo lo que asciende debe converger en la película aparece (la misma actriz que hace de Regina) sin nada que la haga mínimamente amable, dentro de sus limitaciones, bien descritas. Es un problema general de la película: se crea un hilo biográfico que se pespuntea con relatos de Flannery O'Connor que se podrían entender en esa clave y todo acaba formando una unidad que no se corresponde con la realidad: ni Flannery era un ser amargado (basta leer sus cartas), ni su madre era un monstruo de intolerancia.

Me gustó el que se centre buena parte de la trama en torno a su admiración y seguramente amor por el poeta Robert Lowell. El problema es que todo se hace girar en torno al año 1950, el año fatídico de la reclusión de Flannery en Andalusia por el lupus, que fue un cambio completo de su vida: para que todo cuadre, se fuerza la cronología, haciendo por ejemplo La espalda de Parker como un cuento escrito incluso antes, cuando en realidad es de los últimos de la escritora, de 1964. Es un cuento de madurez y de una grandísima hondura, que no es la de 1950 y que no se consigue transmitir en la película en su transposición fílmica.

Así, los distintos cuentos de Flannery puestos en imágenes no consiguen estar a la altura de los textos literarios. No sé qué pensará el que vea la recreación de La buena gente del campo tal como aparece aquí: no entenderá mucho, me parece. En cierto modo, es una película para lectores de la obra de Flannery O'Connor, pero con una perspectiva que a mí me parece reduccionista, todo de tejas para abajo. Por poner un ejemplo: la conversación de Asbury con el padre Flynn, de El escalofrío permanente, que es un prodigio de humor, aquí se pone en boca de la propia Flannery, convirtiéndola en una escena desgarrada, de pura desesperación, consiguiendo un efecto que es justamente el contrario de lo que ella había querido expresar en el relato.

Yo creo que cada cuento y cada novela merecen una película y aquí se quiere abarcar mucho y no se consigue que el retrato de la escritora sea el que a mí me parece que sería más cercano a la realidad: quizá esté yo equivocado, pero no lo sé.

Tenéis una larga, detallada y precisa reseña de Henry T. Edmondson III sobre la película. Me alegra coincidir con él. También estoy de acuerdo con todo lo que dice en su crítica Ralph C. Wood.

martes, 25 de marzo de 2025

Hoy Flannery O'Connor cumpliría 100 años

Murió muy joven, con 39, antes de que yo naciera. Podría haber vivido hasta ahora: no sé qué habría escrito o cómo habría orientado su vida. Esta se completó aquí abajo en 1964 y su obra, realizada con dedicación, premura y delicadeza, es muy valiosa.

Este blog celebra el aniversario por todo lo alto. Me gustaría que su obra sea más conocida. Quizá, para quien se acerque por primera vez a esos textos les sean útiles las tres entradas de introducción que hice, con consejos de lectura.

En la editorial Encuentro han sacado una edición revisada, con una selección de sus cuentos. La han titulado Un encuentro tardío con el enemigo, de uno de los cuentos que más me gustan de ella. Si no habéis leído nada, este libro puede ser un buen modo de empezar:

lunes, 24 de marzo de 2025

El último libro de Ralph C. Wood

Ralph C. Wood ha publicado Flannery O'Connor and the Church Made Visible. A Revolutionary Witness for the Sake of the Gospel (Baylor University Press, 2024). Es una gran noticia, porque Wood es uno de los más importantes estudiosos de la obra de Flannery O'Connor, a la que llegó a conocer en persona cuando era estudiante. Su Flannery O'Connor and the Christ-Haunted South es uno de los mejores libros que se han escrito sobre ella (ya hace más quince años lo elogiaba aquí).

Aquí reúne varios trabajos previos con un hilo común, el de la cuestión de Iglesia y Estado en los Estados Unidos, donde nunca hubo iglesia oficial y sí la noción oficial de que no había iglesia, sino iglesias y libertad de culto, pero no presencia de la iglesia en la vida oficial, aunque en cierto modo lo que había era, según Chesterton, una nación con la forma de una iglesia. No está de acuerdo Wood con esa frase, pero la cuestión va por ahí.

El libro tiene artículos excelentes, sobre todo uno sobre la presencia del demonio en Los violentos lo arrebatan. También me ha gustado que haga matizaciones al libro sobre el racismo de Angel Alaimo O'Donnell: sin entrar a discutir las frases que causaron la polémica, muestra la actitud de Flannery O'Connor en la presentación de personajes, donde se ve claramente que no hay nada de racismo en su obra.

viernes, 21 de marzo de 2025

Una poética sobre FO'C

En la revista Peacock publicó Angela Alaimo O'Donnell cuatro poemas de su libro sobre Flannery O'Connor. Yo los he ido traduciendo y poniendo aquí, estas últimas semanas. Al final, ella hacía una poética que me parece muy interesante. También la he traducido:

La Belleza de Flannery

Flannery O’Connor tenía debilidad por lo raro y lo salvaje y el don de encontrar belleza en ambos. Tras escribir 101 poemas poniéndome en su lugar, he acabado valorando la extrañeza que ella admiraba y me he convertido a su modo de entender la belleza. Porque, ¿Qué son la simetría, proporción, integridad y perfección - ideales clásicos todos de belleza- si les quitas lo casero, la soledad, lo simple y lo mutilado?

Evitando la estética de lo confortable y cómodo, Flannery prefería la belleza que aflige la mirada, visiones tan impactantes que uno no puede mirar para otro lado. Sabía que los cuerpos que habitamos son extraordinarios y que unos son más obviamente extraordinarios que otros: el hermafrodita elocuente y el hombre tatuado de la feria, la universitaria con un acné espectacular, el manco con la manga flameando a la brisa, la chica que va dando pisotones con su pierna de madera, el profeta con dos cavidades oculares calcinadas en el lugar donde antes estaban sus ojos. Esa era su gente y la amaba.

Tenía un afecto especial por los espléndidamente raros. De niña coleccionaba pollitos: “Prefería los de un ojo verde y otro naranja o con cuellos extralargos y con crestas torcidas. Quería alguno con tres patas o tres alas pero no apareció ninguno así. Yo le daba vueltas a una imagen del libro de Robert Ripley, Te lo creas o no, de un gallo que había sobrevivido cuarenta días sin cabeza”. Flannery sospechaba que la razón de que amase a los raros es que sabía que ella era una de ellos —que todos lo somos, en lo más íntimo— y que en eso hay belleza.

El novelista Harry Crews cuenta que todo el mundo que conocía, de pequeño, de cuando vivía en la Georgia rural, estaba fascinado por el catálogo Sears Roebuck. “Lo primero que nos impactaba es que todos los del catálogo Sears Roebuck eran perfectos. No había calvos. Todos tenían todos los dedos correctos. Nadie tenía heridas abiertas y supurantes en el cuerpo. Pero todos los que conocíamos nosotros tenían un dedo de menos o se habían quedado tuertos de un clavo que saltó de un poste. En nuestro mundo todos estaban lisiados y mutilados mientras que todos los del mundo Sears Roebuck eran perfectos”. Crews sabía qué mundo era falso y cuál verdadero y el que eligió describir fue el mundo verdadero.

A la fotógrafa Diane Arbus le gustaba hacer fotos de los raros: Miss Makrine, la enana rusa que barría su cocinita, un gigante judío que visitaba a sus padres en un apartamento del Bronx, el tatuado Jack Dracula y el hombre que tragaba fuego. "La mayoría de la gente se pasa la vida con el miedo de sufrir una experiencia traumática. Los raros nacieron ya con su trauma. Ya han pasado su prueba en la vida. Son aristócratas”. Por pasarse el día fotografiando a gente de todo tipo llegó a la revelación de que somos “todos extraños y espléndidos en cuanto raros . . . todos nosotros víctimas de nuestra forma particular con la que entramos en el mundo.”

En una secuencia de un sueño, en uno de los relatos de Flannery, un hermafrodita predica a la multitud boquiabierta, reclamando su propia belleza extraña: “Dios me hizo así. No se lo discuto.” Una mujer joven, sorda, muda, con discapacidad intelectual, es presentada en otro relato de gran patetismo: “sus manos gordas e indefensas colgando de las muñecas. Tenía pelo largo rosa-dorado y ojos tan azules como el cuello de un pavo”. Tan llamativa es esta chica en su radical (im)perfección, que el camarero del mesón Hot Spot la declara bendita: “Parece como un ángel de Dios”.

Para Crews, para Arbus, para Flannery, la belleza es la celebración de lo singular y lo auténtico, y son artistas de lo bello. “Intenta alabar el mundo mutilado”, escribe Adam Zagajewski en su celebrado poema. Y en gran medida, para nuestra delicia, es lo que hacen ellos.

viernes, 14 de marzo de 2025

El fuego de Flannery

Del libro de poemas puestos en boca de Flannery O'Connor por Angela Alaimo O'Donnell. El texto original, que publicó primero en la revista Peacock, lo podéis ver en el enlace.

El fuego de Flannery
“Los árboles rebosaban de la luz blanca plateada del sol y el más mezquino de ellos destellaba.” –Flannery O’Connor, Es difícil encontrar un hombre bueno

Eso es lo bonito de vivir aquí
donde el sol llega a diario y los árboles parecen
iluminados desde dentro, un cierto fuego secreto
que enciende el mundo con destellos pero no flamea.
El mismo fuego está dentro de mí, así que sé
lo que es arder a fuego lento, sin que nadie
vea la calma gloria
que eres, cómo brillan tus hojas y cada
pulido tallo, destellando solo de luz blanca,
qué significa ser mezquino y aun así amable
y amado por el hacedor que te hizo así
lleno de deseos de asombrarte y un enloquecido ingenio ardiente.
No es algo que se vea cada día
salvo que uno viva aquí. Por eso aquí me quedo.

viernes, 7 de marzo de 2025

Otro poema de Angela Alaimo O'Donnell sobre un pavo

Del mismo libro de Angela Alaimo O'Donnell es este poema que recrea lo que pensaría Flannery O'Connor para hacer un poema. El original lo publicó primero en la revista Peacock.

Flannery y la poesía
“Adjunto un poema . . . . Es el primero y último que hago. Creo que es un hábito malo como para meterse en él un escritor de ficción.” (Flannery O’Connor)

Por supuesto que sería sobre un pavo real
arrastrando sus sesenta soles. Es un hecho
que aturde al cielo sumiéndolo en variaciones azules
cada día en Andalusia. El ave
dejaría su ser para ser como otras aves (así Frost
una vez escribió) salvo porque sabe, en su pavonearse,
no pavear. Siente su belleza y representa
su papel. Lo intento encerrar con palabras
con cuadros y pintura, pero nada,
excepto plumas y carne, vale
para contener esos soles, esa santa
cabeza azul y corona de tres estrellas. No he perdido
el toque. No se puede perder lo que nunca se tuvo.
Pero, para ser un poema primerizo, no está del todo mal.

viernes, 28 de febrero de 2025

Un poema muy sonoro de Angela Alaimo O'Donnell

Otro poema más del libro de Angela Alaimo O'Donnell, este lleno de sonidos variados, que he intentado recoger en la traducción. El original lo publicó en la revista Peacock:

La música de Flannery
“Tengo un oído enfrente del otro. No puedo oír música: es que no sé a qué atender.” –Flannery O’Connor

Salvo si se trata de la voz humana,
ese instrumento que no puedo evitar amar,
el susurro ronco de la bibliotecaria oronda,
el acento nasal del trabajador rural,
la voz de pito de la camarera
que trae café y tarta, a la que mi
madre da las gracias con su tono grave
y yo saludo callando, guardando mi silencio
para no estropear el runrún
que me rodea, el tintineo
de tenedores sobre platos, la charla de las cucharillas.
Esa es la música con la que sueño,
sentada a mi mesa cada día hasta mediodía,
y aprendo a seguir la melodía.


viernes, 21 de febrero de 2025

Un poema a un pavo real cojo

Ya mencioné aquí hace años algunos poemas del que fue luego un libro, Andalusian Hours. Poems from the Porch of Flannery O'Connor, de Angela Alaimo O'Donnell. Ahora he vuelto a él, un libro que es como una biografía en verso (y al final, para colmo, aparezco entre los agradecimientos).

Este es un poema que apareció primero publicado en la revista Peacock, del que intenté hacer una traducción tentativa, más para que se disfrutase el original que por el resultado, discutible.


El Jubilate Pavo de Flannery
“Suele pasar que el pavo a la vez extienda la cola y lance un chillido. Parece como si recibe a través de las patas una agitación que desde el centro de la tierra viaja hacia arriba y es liberadaa través de él: Eee-ooo-ii! Eee-ooo-ii! Para el melancólico este sonido transmite melancolía y para el histérico, histeria. Para mí siempre ha sonado como una invitación a un desfile invisible.”  (Flannery O’Connor, El rey de las aves)

“Uno de los más arrogantes de entre los pavos de O’Connor es “Cojito,” que se ha estado pavoneando con una sola pata durante varios años, tras negarse a ceder el paso a un cortacésped.”  (Conversations with Flannery O’Connor)

Pues voy a hablar de mi pavo real, Cojito.
Pues vocea sus chillidos día y noche
lo justo para volver a mi madre loca, mientras que a mí
me gusta su alabanza de la tiniebla y la luz.
Pues levanta recto su cuello turquesa y su emplumada cabeza.
Pues se mueve entre las gallinas como un dios monopié.
Pues despliega cien soles de un fogonazo.
Pues prende en llamas el cielo que se cierne.
Pues reduce la casa y la granja a cenizas,
y luego se levanta de nuevo, de puntillas, ágilmente
entre las rosas, su pata punteaguda calzada
con una zapatilla de suela suave. Así de lento se mueve.
Pues es el corazón violeta de nuestra casa.
Pues me hace sentir menos impedida y sola.

viernes, 14 de febrero de 2025

Understanding the Hillbilly Thomist de Fr. Damian Ference

De la tesis doctoral de Fr. Damian Ference surgió este libro, Understanding the Hillbilly Thomist. The Philosophical Foundations of Flannery O'Connor's Narrative Art

Claramente es una tesis, y pesa mucho el afán de argumentar para demostrar la influencia de santo Tomás de Aquino en la obra de esta escritora que no tuvo formación filosófica avanzada y que se llamó a sí misma "tomista de pueblo" (esa puede ser una traducción de "hillbilly Thomist", que es el término que usó). También decía de sí misma que era "a Thomist three times removed", algo así como "Tomista en tercer grado de parentesco". 

La cuestión es que ella misma decía que leía a santo Tomás veinte minutos cada noche y no sabemos si creerla literalmente o tomarnos la afirmación en sentido amplio, que es lo que me parece a mí. De hecho, Ference al final del libro explica que seguramente ella recibió el tomismo sobre todo inserto en el catolicismo de su época, que es lo que a mí más me cuadra, sin negar influencias concretas de la filosofía de santo Tomás de Aquino a través de la lectura directa de partes de su obra. 

Sea como sea, seguramente este libro ayudará a mucha gente a entender el marco mental tomista de Flannery O'Connor; a mí me ha resultado en cierto modo como ya muy trillada la explicación detallada de la doctrina de santo Tomás  pero es que yo me crié en ese marco y seguramente no lo necesito, porque lo doy por supuesto.

Lo mejor del libro son los comentarios que hace en cada capítulo a algunas obras de la escritora. Es especialmente brillante su comentario de El río, pero también son iluminadores los que hace de La espalda de Parker y de La persona desplazada.

No me ha convencido mucho la inserción de la teoría de Betty Edwards sobre el dibujo como herramienta epistemológica. También abusa a veces de las explicaciones a partir de supuestas etimologías o ecos de nombres propios. Me gustó que pusiera palabras griegas, pero los acentos de ambas están mal: en vez de ἀγροίκος, σπουδαίος debería ser ἀγροῖκος, σπουδαῖος. Son detalles pequeños, dentro de un libro muy cuidado y muy bien escrito. 

Hubo un párrafo que me irritó profundamente, la nota 67 de la página 186, donde el autor se rinde a las teorías dominantes ahora sobre el racismo de Flannery O'Connor, sin discutirlas en absoluto. Peor, la acusa literalmente de haber incurrido en el "pecado de racismo", algo que me molestó mucho. No lo argumenta en absoluto, simplemente se deja llevar por esa corriente que ve racismo por todas partes, cabalgando en el movimiento woke que se enseñoreó del mundo académico en USA. El autor debería haber sido más riguroso en esto, sin incurrir en condenas inquisitoriales, porque la acusación es grave e injusta.

jueves, 6 de febrero de 2025

José Jiménez Lozano sobre Flannery O'Connor

De Una estancia holandesa, libro de conversaciones de José Jimenéz Lozano y Gurutze Galpasoro, tomo esto que dice él, que me parece muy atinado:

De Flannery O'Connor lo que me subyugó en cuanto la conocí fue su inteligencia "perversa", cáustica, su admirable modo de contar y ese amor que ofrece a sus personajes más risibles; pero también su tranquila conciencia de escritora y su humor en medio mismo de sus historias negras y de su propia vida, sabiendo como se sabía condenada a morir joven y sintiéndose morir poco a poco. Esas sus historias están escritas desde un yo y a una luz radicales: sub specie aeternitatis, y quizás de ahí ese amor por los seres humanos y el mundo entero. Es una escritora enfrentada en cada una de sus páginas al Gran Crítico: la Muerte. ¿Cómo bajar la guardia en esas condiciones, siquiera en un adjetivo?

Me fascinó su amor a la vida, incluso en sus manifestaciones más mediocres y repetitivas de lo cotidiano (48).