lunes, 16 de marzo de 2020

Lectura de Un círculo en el fuego

Se me ha ocurrido que, en estos días de reclusión de casi todos, podíamos comentar algún relato de Flannery O'Connor.
El que os propongo, Un círculo en el fuego, fue publicado por primera vez en 1954 y luego en su primer libro de relatos, Un hombre bueno es difícil de encontrar. Aquí iré dando claves de lectura en los próximos días y espero vuestras aportaciones.

La traducción castellana la tenéis aquí.
Para los que lo podáis leer en inglés, aquí está la edición de los Cuentos completos.

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16.03.2020 - 9 Personajes
1. La dueña de la finca, la señora Cope. En inglés to cope es "hacer frente a", "enfrentarse" (a una dificultad): eso es justamente lo que la define, es un nombre parlante: es una mujer que necesita controlar la situación, la realidad, todo. Se siente perseguida, como de un mal, por la imprevisibilidad del futuro.
2-3. Aparece hablando con la señora Pritchard, casada con un hombre que trabaja en la finca al servicio de la señora Cope y que queda en un segundo plano, muy pasivo. A la señora Pritchard la define su obsesión por todo lo morboso, se alimenta de desgracia, bebe la sangre de los dolores ajenos.
4. La criatura ("The Child"), es la hija de la señora Cope, de 12 años que es la que observa todo: está harta del control de su madre, a la que critica interiormente. Es fea, gorda, respondona.

5-6. Hay dos negros que trabajan en la finca, Culver y otro innominado.

7-9. Tres chavales que viven en Atlanta. El del medio, de 13 años, Powell Boyd, había estado de pequeño en la finca, que tiene idealizada y va a enseñársela a los otros dos.
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17.03.2020 - El núcleo del conflicto
El núcleo del conflicto es el mencionado afán de controlar la realidad por parte de la señora Cope, que se concreta en su esfuerzo por dominar la naturaleza, al menos su finca, que se concreta en su modo de quitar malas hierbas. Esto tiene paralelos sociales: los negros que trabajan para ella los compara también a malas hierbas. Es tremenda una frase, muy bien escrita, en un estilo indirecto que refleja el pensamiento de la señora Cope, pero como si fuese una afirmación general y neutra:
Los negros de la señora Cope eran tan destructivos e impersonales como las malas hierbas.
La aparición de esos tres muchachos sobre todo lo que supone es una muy desagradable, para ella, imprevisibilidad, que a lo largo del relato se va convirtiendo en amenaza, cada vez mayor además, representada en el fuego que pueden ocasionar en el bosque. Lo tremendo es que esos muchachos no es que ocasionen el fuego, es que al final lo prenden ellos, Ella también los compara con malas hierbas, por ejemplo cuando se entera de varios estropicios que han hecho por la granja:
—No puedo tolerarlo —dijo la señora Cope, de pie al lado del fregadero con los puños cerrados a los costados—. No puedo tolerarlo. —Su expresión era la misma que cuando arrancaba las malas hierbas.
Por cierto, mirad cómo es otra referencia previa a las malas hierbas:
Luchaba contra los hierbajos como si se tratara de una maldición enviada por el diablo para destruir el lugar.
Aquí está una clave fundamental, que se hace explícita al final del cuento: los tres muchachos son como el diablo en cierto modo, pero también son como (pero un "como" muy laxo, no es un paralelo en absoluto estricto) los tres jóvenes judíos (Sadrac, Mesac y Abed-Negó en las transcripciones actuales), que con Daniel se llevó Nabucodonosor a su palacio y que sólo comían lo que ellos mismos preparaban (por eso no quieren la comida de la señora Cope). Lo tenéis en el Libro de Daniel (3.16 ss.) Son ellos los condenados al fuego por no seguir las órdenes de idolatrar al rey y los que se salvan en medio del fuego, porque un ángel les hace un espacio en medio del horno al que han sido arrojados. Así acaba el cuento:
La niña volvió la cabeza rápidamente y, más allá de las lentas figuras de los negros, vio la columna de humo que se elevaba y se ensanchaba sin control dentro de la línea granítica de los árboles. Se quedó tensa, con el oído aguzado, y oyó a lo lejos unos locos chillidos de alegría, como si los profetas estuvieran bailando en el horno feroz, en el círculo que el ángel había limpiado para ellos.
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18.03.2020 - El trasfondo moral

El capítulo 3 del Libro de Daniel es el marco narrativo del relato, pero otros textos, del Nuevo Testamento, son la clave del sentido del relato.

El principal es este (Lc 12,49 [aquí el contexto]):
Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda?
El amor de Cristo es un fuego que va a hacer arder el mundo. La idea del fuego recorre todo el relato, en el horror que le tiene la señora Cope y en el que se desata al final. Con esto en mente, se puede entender que la señora Cope evita el fuego porque lo que quiere no es el amor, sino el control: no ama ni su finca ni los bosques ni la fila de árboles, quiere tener dominada la realidad. El bosque está ahí, pero la basta con que no arda; el césped cercano pretende que esté limpio de malas hierbas pero, y aquí me viene a la mente otro pasaje del evangelio, no puedes separar la cizaña del trigo (Mt. 13.24-52). La señora Cope considera a los negros, a los europeos (que para ella son todos víctimas del Gulag en vagones a Siberia) y a los muchachos que se han plantado en su casa como cizaña. Y el problema es saber quién es realmente cizaña. Está claro que los muchachos son figuras con caracteres demoniacos, pero eso no convierte a la señora Cope en trigo: no puede tener su casa simplemente barrida, porque cuando está ya toda limpita, llegan más demonios que antes y la ocupan y es peor que antes. Es otro pasaje del Evangelio:
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no hallándolo, dice, volveré a mi casa de dónde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero (Jn. 11.24-26).
El amor de Dios es avasallador: ponerle barreras no es la solución. La violencia del amor de Cristo arrasa con todo.

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19.03.2020 - El paisaje como personaje
El primer comentario que puse aquí era sobre los personajes y me salían nueve, aunque hice trampas, porque hay un personaje que está muy bien disfrazado, en concreto de paisaje, y es Dios.

El cuento empieza así:
A veces la línea de árboles era una sólida pared de un gris azulado un poco más oscuro que el cielo, pero esa tarde estaba casi negra y, detrás, el cielo era de un pálido blanco resplandeciente.
Es como si todo sucediese en un ruedo marcado por los árboles, donde se va a realizar el drama.
El color va cambiando con el desarrollo del argumento y todo lo ve Dios, el sol, desde fuera del espacio marcado: envía su fuego para que los personajes no se apeguen a eso que consideran sus posesiones: la granja y el bosque los considera suyos la señora Cope; Powell Boyd considera suyo al menos el recuerdo del bosque como ideal y por eso  decide prenderle fuego (el mayor de los tres lo que quiere es hacer un aparcamiento allí). Se podría hablar aquí de un aspecto ecológico, o sin más de la relación con la naturaleza: como algo mío, que cuido para mí (la señora Cope), como algo que puedo destrozar (el mayor de los tres gamberros) o como el lugar de encuentro con Dios, una posibilidad que queda intuida y no cumplida: lo cuida la señora Cope como el jardín del paraíso, pero un paraíso burgués, controlado, sin hierbajos (algo imposible en esta vida); los gamberretes lo consideran como ese lugar idílico en el que podrían retozar pero lo destrozan; esa pradera que en tantas tradiciones religiosas es el paraíso queda vacía.

Mirad cómo se va desenvolviendo el personaje del paisaje:
La niña pensó que era como si el cielo blanco estuviera empujando la pared de la fortaleza para tratar de abrirse paso. Los árboles del otro lado del campo cercano eran un mosaico de verdes, grises y amarillos.
Los árboles van cambiando de color en relación con el drama que el cielo está dirigiendo: Dios parece querer inmiscuirse ahí, pero se mantiene en tensión con esa barrera de árboles.

Poco después, ahora con el sol cayendo:
En los atardeceres de verano, la señora Cope decía a la niña, que leía deprisa para aprovechar hasta la última luz: «Levántate y mira la puesta del sol, es una maravilla. Debes levantarte y mirarla», y la niña fruncía el ceño y no decía nada, o levantaba la vista una vez para mirar, más allá del jardín y los dos prados, la azul y gris línea centinela de los árboles, tras lo cual reanudaba la lectura sin cambiar de expresión. «Parece un incendio —añadía la señora Cope—. Mejor será que te levantes, olfatees y veas si los árboles no están ardiendo».
Cuando la señora Cope lleva un plato con sandwiches a los niños, pasa esto:
Lo vaciaron en un segundo y ella lo levantó y se quedó con él en la mano, mirando el sol que se estaba poniendo frente a ellos, casi sobre la línea de los árboles. Estaba inflamado, tenía el color de las llamas y pendía de una red de nubes deshilachadas como si fuera a arder en cualquier momento y a caer sobre el bosque. Desde la ventana del primer piso la niña vio que su madre temblaba y pegaba los brazos a los costados.
¿Veis cómo el sol (=Dios) está llamando a la señora Cope, que ve el fuego y tiembla y se queda fuera? Más:
A la mañana siguiente, tampoco había señales de los muchachos. La fortaleza que formaba la línea de árboles era de un azul granítico; durante la noche se había levantado viento y el sol había surgido de un dorado pálido.
Es aquí donde se ve cómo él sol va marcándolo todo para el incendio:
El sol ardía tan rápido que parecía que intentaba incendiar todo cuanto había a la vista. La torre blanca del depósito del agua estaba esmaltada de rosa y el césped era de un verde anormal, como si se estuviera transformando en vidrio.
La acción se va precipitando cuando la niña se va al bosque:
La niña caminaba ruidosamente por el bosque sobre las hojas caídas, que producían un sonido aciago bajo sus pies. El sol había subido un poco y era sólo un agujero blanco como una abertura para que el viento escapara hacia un cielo un poco más oscuro, y las copas de los árboles se veían negras contra el resplandor.
Se percibe el peligro y a la vez se intuye dónde está el fondo, ese sol que se ha convertido en una abertura a algo que está al otro lado: aquí es donde se percibe qué es la trascendencia de Dios, al hecho que esté más allá, pero que se comunica con nosotros.

Y esto es del último párrafo, en el que el fuego ha roto las compuertas del anhelo de seguridad de la señora Cope, que es ahora como los que ella consideraba malas hierbas:
La niña se detuvo al lado de su madre y le miró la cara como si nunca la hubiera visto. Era el rostro de la nueva tristeza que ella había sentido, pero en su madre parecía vieja y era como si pudiera pertenecer a cualquiera, a un negro o a un europeo o al mismo Powell. La niña volvió la cabeza rápidamente y, más allá de las lentas figuras de los negros, vio la columna de humo que se elevaba y se ensanchaba sin control dentro de la línea granítica de los árboles.
El fuego que rodea a los gamberretes está dentro de los árboles, todo son círculos: la abertura al fondo es solamente la del sol. La señora Cope ya está preparada para cambiar su falsa seguridad que, sí, era puramente pelagiana.

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20.03.2020 - Autobiografismos
El trasfondo biográfico creo que se percibe, a poco que se sepa de la vida de Flannery O'Connor. Aparte de la señora Pritchard, que sirve de reactivo negativista y es un personaje plano (en
La persona desplazada, en cambio, hay un personaje paralelo, la señora Shortley, que tiene en este caso buena parte del protagonismo), las protagonistas son la señora Cope y "the child" (lo pongo en inglés para que se perciba cómo en la lectura del relato eso queda en una bruma) que luego resulta que:
Era una niña de trece años, pálida, gorda, con la mirada ceñuda y la boca grande llena de tiras plateadas.
Más adelante nos dice que se llamaba Sally Virginia (quiero imaginarme a Flannery O'Connor riéndose cuando se le ocurrió ese nombre).
Hay que poner en paralelo otras obras, especialmente Un templo del Espíritu Santo, sobre una niña de la misma edad, su soledad, su sensación de rareza y aislamiento respecto a otras niñas y su distancia respecto a los varones.
La niña tiene más o menos la misma edad que el gamberrete protagonista, Powell Boyd y tiene un espíritu de rebeldía como él, que se manifiesta en vestirse como un vaquero (él, con sus amigos, es comparado a un gangster): hay un retorcimiento de la inocencia muy complejo aquí. La propia Flannery se quedó sorprendida ante un comentario que le hicieron de un tal Mr. Griffith (se lo cuenta Betty Hester, en una carta del 25.11.1955, p. 110) sobre que los muchachos pudiesen atacar sexualmente a la niña, algo que no se le había pasado a ella por la cabeza, pero que no descarta. Luego le comentará a Betty Hester que si atacaran a la niña no lo harían por motivos sexuales, sino:
porque serían lo suficientemente perspicaces para descubrir que ésa sería la mejor forma de vengarse de la señora Cope; lo harían para humillar a la niña y a la madre, no para divertirse. Y los niños, particularmente cuando son muchos, son lo suficientemente capaces de actuar de este modo, de cometer los crímenes más monstruosos por la necesidad de destruir y humillar. Podrían perfectamente haberlo hecho si hubiesen visto a la niña detrás del árbol. No les permití que vieran a la niña detrás del árbol. Ni siquiera yo lo hubiese soportado (Carta, 8.12.1955 en El hábito de ser, p. 112).
El paralelo madre/hija (está también en La buena gente del campo) es evidente, pero como en todos lo que ha ido saliendo aquí, tampoco tiene una relación directa con el relato: son capas paralelas de una narración que debe sustentarse en sí misma. Así que ya veis un cierto trasfondo autobiográfico, pero sin exagerar.
El mal lo mira a los ojos, en este caso mezclado con una supuesta inocencia infantil que no es tal.

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21.03.2020 El agradecimiento
Se me ocurre, en una lectura política ramplona, que el defecto principal de la derecha es la codicia y el de la izquierda, la envidia: aquí están a la derecha la señora Cope y a la izquierda, los tres gamberretes. De esos defectos surge, en ella, un agradecimiento genérico que es como un procedimiento mágico para mantener el control. Si está Dios al fondo, no es como Padre bueno, sino como casero lejano. El defecto de los gamberros es el rencor, el odio que produce en ellos, que les amarga hasta disfrutar del campo: por eso Powell acaba quemándolo, para no tener que desearlo. Dios se sirve de todo eso para quitarles, a ella, la seguridad, y a ellos el supuesto bien que envidian y que no les va a hacer felices.

La señora Cope repite -y es el antecedente más claro de Ruby Turpin en Revelación- lo agradecida que está. Ante lo que ve como pereza de los negros, da gracias:
—A ellos les da igual —dijo la señora Cope—. No tienen responsabilidad. Agradezco al Señor que todos estos problemas no vengan de golpe. Me destruirían.
Podría ser que la metieran en un pulmón de acero [lo he buscado: es una cosa terrorífica], como una señora que dio a luz en uno (ese tipo de historias le encantan a la señora Pritchard): hay que estar agradecidos por haberse librado. Es un agradecimiento de mínimos, puramente negativo:
—Todos los días rezo una oración de gracias —explicó la señora Cope—. Piense en todo lo que tenemos. Dios mío —añadió, y suspiró—, lo tenemos todo. —Miró alrededor: los verdes pastos, las colinas pobladas de árboles que daban madera; y movió la cabeza como si fuera un peso que trataba de sacarse de encima.
La clave es la frase final, claro. Los gamberros, en cambio, no dan gracias: el rencor es mayor, la sensación de haber sido privados de algo suyo: son la señora Cope, pero sin posesiones. Darían gracias con la misma actitud que ella, si tuvieran lo que tiene ella.

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22.03.2020 - Los tres gamberros
Al escribir el cuento, estoy seguro de que Flannery O'Connor quería contar un trozo de vida (une tranche de vie); su propósito era realista: contar algo que le pasa a alguien en nuestro mundo concreto. Quiero decir que no pretendía hacer un relato alegórico. Quizá yo haya contribuido a dar otra impresión. El sol no "es" Dios, pero sí que lo es a otro nivel, en otra capa.
Quizá lo pueda explicar fijándome en los tres muchachos de Atlanta que desencadenan el drama: tienen paralelos clarísimos y en absoluto casuales con los tres jóvenes judíos en el palacio de Nabucodonosor del Libro de Daniel: como ellos, acaban en medio de un fuego sin quemarse; como ellos, no comen más que lo que tienen preparado. Pero ahí acaba la comparación: la señora Cope no es Nabucodonosor.
Ramsey Michaels (Passing by the dragon, 130) ha señalado paralelos claros con los malvados de Un hombre bueno es difícil de encontrar: el Inadaptado (con las mismas gafas, además) tiene el rencor, la maldad que no reconoce responsabilidades que se ven en Powell Boyd (también en Rufus, el de Los lisiados entrarán primero). No son demonios, son personas de carne y hueso que son malas, o que se portan voluntariamente mal, lo mismo me da.
Mirad cómo nos presenta a Powell:
el de estatura mediana llevaba gafas de montura plateada y la maleta. Tenía un poco de estrabismo en un ojo, así que su mirada parecía provenir de dos lados al mismo tiempo y daba la impresión de rodear a ambas mujeres.
(...)
Un ojo de Powell parecía estar revisando el lugar, examinando la casa, la blanca torre del depósito de agua, los gallineros y los prados que se extendían a ambos lados hasta la línea de los bosques. El otro ojo la miraba [a la señora Cope].
Da escalofríos: tiene la maldad demoniaca de Manley Pointer (el de La buena gente del campo), pero también la de Francis Marion Tarwater, el protagonista de Los violentos lo arrebatan, que al final acaba siendo un profeta.

Difícil gestionar esto, sí.

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23.03.2020, Greenleaf y Todo lo que asciende, debe converger.
Ya he señalado unos cuantos paralelos con otros relatos y novelas de Flannery O'Connor: ella hablaba de lo que tenía cerca, en concreto su relación con su madre, con la gente que trabajaba en su granja, de la vida en ese espacio reducido. No tiene problemas en explorar unos pocos elementos similares en diferentes relatos.

Un ejemplo de una relación, pero que aquí no es decisiva, es el soltar un toro. En Greenleaf la señora protagonista, con muchos paralelos con la señora Cope, especialmente su afán de controlar el futuro, acaba siendo corneada por el toro de los vecinos. Aquí es solamente un episodio incoado:
No hacía mucho que la señora Cope había entrado en la casa cuando la señora Pritchard llegó corriendo, gritando algo.
—¡Han dejado salir al toro! —aullaba—. ¡Han dejado salir el toro!
De pronto apareció tras ella el toro, negro y tranquilo, con cuatro gansos protestando detrás. No era arisco si no lo acosaban y el señor Pritchard y los negros tardaron media hora en hacerlo regresar al corral. (...)
A la señora Cope le habían salido dos venas azules en las sienes y la señora Pritchard las observó con satisfacción.

La idea sigue siendo la del dominio de la naturaleza (y en última instancia de Dios) sobre el ser humano.

En Todo lo que asciende, debe converger, el núcleo dramático es el sombrero que lleva la madre del protagonista, que resulta ser el mismo que ven a una señora negra que se sube al autobús con ellos. Aquí el sombrero (una pamela) unifica a las dos mujeres y a la vez las define, a la señora Pritchard como descuidada, a la señora Cope como controladora:
Las dos mujeres llevaban pamelas que alguna vez habían sido idénticas, pero ahora que la de la señora Pritchard estaba descolorida y deformada; la de la señora Cope aún se mantenía rígida y con su verde brillante.
Ese sombrero es además para la señora Cope casi un pararrayos que protege / aparta de Dios:
La niña recuperó su posición en la ventana y enseguida vio el sombrero rígido y verde, que reflejaba el destello del sol, mientras su madre cruzaba el camino hacia el establo de los terneros.
La niña se pone un sombrero, pero para vestirse de gángster, lo que la acerca a Powell Boyd.

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24.03.2020 Fray Lorenzo de Zamora mete baza 
Viene en mi ayuda fray Lorenzo de Zamora, Monarquía mística (f. 299 / 300) para explicar lo de que no es el sol Dios, pero lo recuerda:
Él es el descanso de los suyos, dice Severino [Boecio, Cons. 3, metr. 9]: el verle es el fin que satisface la capacidad del apetito, solo él puede hartar al hombre y fuera de él ninguna cosa le llena. Qué bien sentía esto el que decía: Quid enim mihi est in caelo, a te quid volui super terram? ¿Qué tengo yo en el cielo que sea para mi cielo, fuera de ti, Señor mío, qué eres el cielo donde tiene mi voluntad su cielo?
El cielo sin Dios no es para el hombre cielo, pues con mil inclemencias le persigue y así Ovidio le llamó resplandeciente: Haec super imposita est caeli fulgentis imago [Met. 2, 17]. Varrón le llamó enemigo: Quibus caelum pluvium inimicum [Rust. 1, 13, 2]. Si Silio Itálico le llamó coronado de estrellas: Utqui stelligero speculatur sidera caelo [2, 289], Marón le llamó fogoso, despedidor de rayos y llevador de fuegos: Non tamen ignifero quidquam consistere in axe [No Virgilio: es Ovidio Met. 2, 59]. Si Manilio Torcuato [Manil. 2, 881] le llamó refulgente, bello, hermoso: Atque refulgentis sequitur fastigia caeli, Ovidio le llamó verdinegro: Iam ubi caeruleum variabunt sidera caelum [Fast. 3, 449].
Y así no siempre es grato y apacible, sino que ya parece de bronce no enviando el regadío necesario para la conservación y vida de las mieses, ya río caudaloso que con su avenida todo lo anega y empantana. Y así solo Dios es el verdadero cielo: Quid enim mihi est in caelo? (Sal 72,25 Vulg.). El sol, aunque es la belleza del cielo, tampoco es del todo cielo, pues por una parte nos conserva, por otra nos acosa, ordenándolo Dios así, dice san Teodoreto, para que entienda el hombre cómo ninguna criatura deja de tener para nosotros sus contrapesos. Si el sol en invierno recrea, en verano enfada; si en invierno calienta, en verano abrasa; si en invierno es salud, en verano descomponiendo el temple natural de los hombres la quita; si al despuntar de la primavera viste el campo de flores, en el estío las abrasa y las destruye; y así no hay cielo que sea para el hombre cielo, fuera del autor del cielo.
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25.03.2020 Sobre el título del cuento
Hoy es el día del cumpleaños de Flannery O'Connor: habría cumplido 95 años hoy.
En un libro que ha hecho Christine Flanagan recogiendo y comentando las cartas con Caroline Gordon (The Letters of Flannery O'Connor and Caroline Gordon, Athens, The University of Georgia Press, 2018), una novelista que se acabó convirtiendo en su mentora y a la que enviaba lo que iba escribiendo para que se lo criticara, tenemos varios datos.
p. 73 En septiembre de 1953 le manda un primer borrador del cuento.
p. 78 El 22 de ese mes contesta Gordon diciendo
a. que le gustan mucho las referencias a los árboles y el cielo de fondo,
b. que los diálogos son maravillosos y sabe reproducir los originales ("dialogue is wonderful. You have a marvelous true ear"): y es verdad. Le envidia haber descubierto la palabra bidnis (una manera coloquial de transcribir business)
Releí hace dos días el cuento en la traducción de Gretchen Dobrott, en el volumen de cuentos Un encuentro tardío con el enemigo (con una grandiosa conversación inicial entre José Jiménez Lozano y Guadalupe Arbona) y me estuve riendo a cada poco, algo que quizá no he resaltado lo suficiente: siendo tremendo el contexto del cuento, tiene una finalidad cómica que no se contradice en absoluto con la seriedad del tema (quizá podáis escuchar cómo lee ella misma el tremendísimo Un gombre bueno es difícil de encontrar: hay continuas risas).
c. que no le gusta el título A Circle in the Fire, en concreto las "i": propone "A Circle in the Flames" o "The Fiery Furnace". Como en muchos otros casos, Flannery no le hizo caso: tenía un gran criterio a la hora de hacer caso de sugerencias, desechando las que no veía adecuadas.

p. 80 Flannery le contestó sobre el título diciendo que había estado mirando el Libro de Daniel. Le explica que lo que realmente hizo el ángel es hacer "un viento en el centro del horno, como el viento que trae el rocío". Le explica que necesita un título que no "wag the dog", es decir, que no sea transparente pero indique de qué va la cosa. Creo que es interesante para comprender el propio cuento: hay que ver una clave importante en el Libro de Daniel para comprender este cuento, pero no es LA clave, es muchas cosas a la vez.

p. 81 Gordon reconoce que es mejor título "A Circle in the Fire".
p. 88 Le cuenta Flannery O'Connor a Gordon que John Crowe Ransom (un novelista reconocido) decidió que el cuento podía enviarse a la revista Encounter, pero que no era suficientemente económico, que la señora Pritchard hablaba demasiado y algunas cosas más: Flannery corrigió en esa línea. Me da rabia: estoy seguro que lo que decía la señora Pritchard era muy gracioso, seguro.

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26.03.2020 La línea de árboles y el niño nacido en la caja
Ayer, cumpleaños de Flannery O'Connor, hicieron un vídeo de la casa donde vivió desde que se puso enferma hasta su muerte, Andalusia, una granja. De la puerta principal se sale a un porche y hay una línea de árboles como en el cuento, aunque no tan escenográfica. No sé cómo estaría en 1953, sería bueno saberlo: eso era lo que veía Flannery, confinada prácticamente allí, la línea de árboles con el cielo al fondo.

Vi que había alguien que había encontrado la noticia de la madre que daba a luz en el pulmón de acero. A Flannery le gustaba mucho recoger recortes de periódico de noticias así.
J.O. Tate en un articulo en el Flannery O'Connor Bulletin (9, 1980, p. 98-103), "A Good Source Is Not So Hard To Find", descubre en el periódico principal de Georgia, el Atlanta Constitution, además de un Misfit real (el "Inadaptado" del cuento de Un hombre bueno es difícil de encontrar), una noticia de madre que da a luz en un pulmón de acero. No tiene desperdicio:



Hay una noticia en vídeo de algo parecido, pero de 1958:



La anécdota es muy significativa: la vida que se abre paso, frente al morbo de la señora Pritchard, que vampiriza la sangre y el dolor, y el control que se empeña en controlar por parte de la señora Cope.
Lo más interesante es que en el cuento la señora y la niño del pulmón de acero mueren. El que esté en el féretro ella cobijando al niño en el brazo es una imagen tremenda, si es que no está jugando con la ambigüedad del pulmón de acero y la incubadora como féretros, a juzgar por la noticia, en la que ambos sobreviven y ella la abraza.

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27.03.2020 Para rematar
El cuento lo elegí porque me interesaba la cuestión del paisaje, pero creo que ha sido especialmente oportuno para estos días de cuarentena, porque la crisis nos está sacudiendo como el fuego que rompe el frágil equilibrio que había conseguido mantener la señora Cope.
Quizá haya conseguido también que entendáis mejor el final de su segunda novela, Los violentos lo arrebatan. Francis Marion Tarwater ha sufrido una desgracia tremenda y mira hacia la línea de árboles:
El muchacho se dio la vuelta hacia la línea de árboles. Allí, abriéndose en la noche, se alzaba un árbol de fuego deslumbrante que parecía consumir las tinieblas con una gigantesca llamarada. A su vista, el muchacho quedó sin aliento. Sabía que éste no era otra cosa que el fuego que había rodeado a Daniel, que había arrebatado a Elías de la tierra, que había hablado a Moisés y que le hablaría a él al siguiente instante. Se arrojó al suelo aplastando la cara contra la suciedad de la tumba y escuchó la orden. VE Y ADVIERTE A LOS HIJOS DE DIOS DE LA TERRIBLE CELERIDAD DE SU MISERICORDIA. Las palabras eran tan silenciosas como semillas que germinase en su sangre una cada vez.

He whirled toward the treeline. There, rising and spreading in the night, a red-gold tree of fire ascended as if it would consume the darkness in one tremendous burst of flame. The boy’s breath went out to meet it. He knew that this was the fire that had encircled Daniel, that had raised Elijah from the earth, that had spoken to Moses and would in the instant speak to him. He threw himself to the ground and with his face against the dirt of the grave, he heard the command. GO WARN THE CHILDREN OF GOD OF THE TERRIBLE SPEED OF MERCY. The words were as silent as seeds opening one at a time in his blood.

Ahora, espero vuestras opiniones sobre el cuento y sobre las interpretaciones.

19 comentarios:

Ignacio Lete dijo...

Maravillosa iniciativa. Gracias Angel.

Terminado ayer el cuento y antes de leer tus comentarios, saco en limpio:

1.La señora Cope: agradecimiento que coexiste con confianza desmedida en sus propias fuerzas, falso agradecimiento pues, pelagianismo en realidad.

2.Varias menciones a la propiedad de la señora Cope como fortaleza: los árboles a lo lejos como muro, la llama "castillo" en una ocasión.

Ignacio Lete dijo...

En cuanto a la impresión de tus comentarios, expanden mi experiencia de lectura, aportan luz poderosa.

Que grande el conocimiento biblico de Flannery, y tuyo por añadidura.Recientemente leí también sobre la fuerte base bíblica de Chejov (https://www.bienvenidosalafiesta.com/index.php?mod=Notas&acc=VerFicha&datId=00000005DD).

Gracias.

Ángel Ruiz dijo...

Muy bien visto, Ignacio. Lo iré poniendo en los comentarios de cada día, lo del pelagianismo y el tema de los árboles, que es la clave de todo.

Ignacio Lete dijo...

Los tres chavales representan el demonio, pues. ¿Y no ocurre que la Sra. Cope intenta transigir con el demonio, en vez de plantarle cara por sus falta de respeto, por sus desprecios, no mirarle a la cara? Y con el demonio no se puede transigir, dialogar.

Pero, claro, la propia Sra Cope no se comporta con bondad en el trato con sus empleados.

Ángel Ruiz dijo...

No, en realidad no son el demonio. Mañana hablaré de ello: no son cuentos alegóricos, pero todo tiene varias capas.
Es interesante lo que dices de querer "dialogar": es una actitud muy moderna, ridícula en la medida en que se niega la realidad del mal, incluso como realidad limitada, que existe en gente en principio normal, como esos gamberretes.

Antón Pérez dijo...

25/03/2020.

No pensaba comentar hasta el final (lo estoy disfrutando mucho), pero si no igual se me olvida esto. Más allá de que me haga gracia la truculencia de la señora Pritchard, la verdad es que la historia me resulta de todo menos graciosa; me transmite una angustia tremenda. Es como tener la certeza de que los chicos son malos y la van a liar: y se juntan la angustia de no saber cómo ni cuándo, con la de saber que es inevitable, porque tus amenazas ("iros" "llamaré a la policía"...) son puros faroles. Creo que me hace sentir un poco, y perdón por la cuña autobiográfica, como en el instituto con algunas clases: que sabes que tienen la posibilidad de liártela, que seguramente terminen haciéndolo, y que en realidad tus armas son de atrezzo, porque que lo echen de clase, le pongan un parte o similar, al que viene revirado, no le puede importar menos...

Ángel Ruiz dijo...

Sí, lo increíble es que consigue transmitir por una parte el horror, la sensación de inseguridad total, mostrar la maldad sin que uno pueda atribuirla a factores externos o la ignorancia y por otra puedes estar riéndote de la escena o de una frase concreta.

Paco Sánchez dijo...

¿Hay un enlace al vídeo de Andalusia?

Ángel Ruiz dijo...

No, solamente lo tuvieron puesto ayer en su cuenta de Instagram.

luis chicago dijo...

https://english.clonline.org/cm-files/2020/02/03/traces-february2019-worldwide-web.pdf

PAGINA 18

Ángel Ruiz dijo...

Muchas gracias por el artículo de Guadalupe Arbona sobre La espalda de Parker, cuento al que hay que volver siempre.

luis chicago dijo...

Que te parecio la opinon de Arbona? ya la conocias?

Ángel Ruiz dijo...

Me interesó mucho su lectura del cuento, que no es en absoluto sencillo, y también el aspecto autobiográfico con el que enlaza Arbona, que se relaciona con su libro. Aquí
mi reseña.

javier dijo...

Hola: ¡qué buena idea!
Lo que se cuenta en Un círculo de fuego no parece a primera vista mas que una anécdota. Unos golfillos vienen a perturbar la rutina de un rancho. No es un drama y no parece haber nada épico (ahora que se habla tanto de la ausencia de épica en nuestra vida) en la vida de la señora Cope y de su hija.
Quizá esa normalidad plana de las cosas y de las personas sea la revelación de este y otros relatos de Flannery.
La señora Cope, por ejemplo, cuando reza encuentra mil motivos para dar gracias a Dios. ¿Cuales? Pues podría haber nacino negra, o un huracán podría habersela llevado por los aires a ella y a su hija y el rancho. Su horizonte es su presente y su rancho y nada la preocupa más que la posibilidad de que arda el bosque. Puede sentir una cierta compasión y hasta simpatía por los chiquilos hambrientos pero en seguida vuelve a su plano: no son más que un fastidio.
Y si no hay hondura en el bien tampoco parece haberla en el mal. Ver algo diabólico en los niños ¿no es demasiado? En realidad no pasan de ser tres pilluelos vagabundos en esa edad indómita que desespera a cualquiera.
La llegada de esos niños despierta todos los miedos de la señora Cope pero también la curiosidad de su hija que vive enfrascada en la lectura y parece encontrar, por fin, algo digno de interés en la vida real.
A los negros de la señora Cope, en cambio, nada los inquieta y nada hará que apresuren el paso o cambien el ritmo de su vida. Cuando ella los jalea para que corran a apagar el incendio uno de ellos, Culver, se limita a observar que el fuego seguirá allí cuando ellos lleguen y los demás adelantaron un poco los hombros y siguieron al mism o paso.

Ángel Ruiz dijo...

Qué buen comentario: hacía falta una lectura directa del cuento, porque yo ya desde el principio salté a las interpretaciones (que creo que están en el cuento también, pero esa es otra cuestión) y el tema de la inquietud / pasividad es central.
Lo de los rasgos diabólicos de los niños lo veo en esa maldad, sobre todo en el caso de Boyd, el niño del medio, ese rencor que prefiere que arda su edén a seguir sin poseerlo. Pero es verdad que tiene 13 años y quizá no haya que juzgarlo tan "diabólico".

javier dijo...

La señora Cope, aunque molesta por la llegada de los chicos, se muestra muy atenta con ellos. Pero el relato decribe muy bien la inutilidad de sus buenas palabras. Se diría que ellos no han hecho el viaje para comer unas galletas —llevan la maleta llena de comida— o para recibir algunas atenciones más bien frías sino en busca del hogar que uno de ellos ha idealizado y del que ha hablado a los otros dos. Con toda su, más o menos fingida, amabilidad, la señora Cope les deja claro que desea que se larguen. ¿Qué hacer entonces? «Fuego he venido a trer a la tierra y ¿qué quiero sino que arda?». Eso hacen literalmente los chicos. Y justo entonces la niña, que los ha recibido muy mal desde el principio, oye «in the distance a few wild high shrieks of joy as if the prophets were dancing in the in the fiery furnance, in the circle the angel had cleared for them». («a lo lejos unos locos chillidos de alegría, como si los profetas estuvieran bailando en el horno feroz, en el círculo que el ángel había limpiado para ellos»). Creo que, por primera vez se menciona la «alegría», una alegría que contrasta con la tristeza que la niña siente como algo nuevo en sí misma y que descubre, como algo muy viejo, en el rostro de su madre.

Ángel Ruiz dijo...

Sí, así es. La imagen de los muchachos en el fuego es, de todos modos, con referentes bíblicos de fondo y todo, muy ambigua: esa es la fuerza del final pero también no sé si una cierta debilidad. Flannery O'Connor lo intentó en otros cuentos. A ver si la próxima semana seguimos con uno muy similar.

javier dijo...

Hola, profesor:
Sentiría que mi entusiasmo me llevase a ser pesado pero ha observado usted que el de la señora Cope es un nombre parlante. «To cope», hacer frente a algo o sobrellevar una situación. Puede tener un sentido positivo como el de la resiliencia pero también puede ser un simple «soportar» resignado y triste. He repasado el cuento fijándome en eso y —el que busca encuentra— he encontrado esto.
La señora Cope sobrelleva y hace frente y soporta a la señora Pritchard. De hecho se nos presentan al principio como opuestas: la Pritchard, grandota e indolente, está sin hacer nada observando a la Cope —«very small and trim»— que se afana arrancando yerbajos y se preocupa por todo. A la primera le encantan las historias truculentas —es capaz de hacer un largo viaje solamente por ver cómo entierran a alguien— y la segunda trata, sin mucho éxito, de cambiar de conversación cuando la Pritchard empieza a contar esas historias que a ella la dejan destrozadas. Hasta los sombreros que ambas calzan y que un día fueron idénticos las señalan como opuestas: el de la Pritchard está ya ajado y mustio mientras que el de la Cope resiste «stiff and bright green».
Entonces Flannery nos presenta a la hija de la señora Cope. Y la presenta como una niña que observa y piensa. Observa que los intentos de su madre por desviar la conversación de la Pritchard solo consiguen poner de mal humor a esta y piensa «que era como si el cielo blanco estuviera empujando la pared de la fortaleza para tratar de abrirse paso». Hay tensión y oposiciones desde el principio. La niña observa y piensa mientras la madre sobrelleva todo sin observar ni pensar demasiado como tratando de abrirse paso o de resistir.
Luego está la oración de la señora Cope que podría llamarse «oración para evitar desgracias o para dar gracias porque podría haber sido peor». La Cope sabe que hay que soportarlo todo con estoicismo y hasta soporta que su hija frunza el ceño cuando ella le pide que rece para que no haya incendios o que dé gracias a Dios porque podía haber sido peor, podían haber nacido negros.
¿Es Flannery la niña que observa y piensa en todo eso?
Luego Flannery nos presenta al negro Culver. Y, desde el primer momento, vemos que a la señora Cope se le antoja un ser tan indolente como la Pritchard. Y, durante todo el cuento, veremos a la señora Cope soportando a sus negros que le parecen «tan destructivos como as malas hierbas» y que, además «no tienen responsabilidá». Está ella sola pa ra hacer frente a todo: a la Pritchard, a su hija, a los negros.
No quiero ser prolijo y pesado. Acabo ya. Gracias por esa clave. La señora Cope soportará y hará frente a los inoportunos muchachos con idéntico estoicismo. Pero, cuando empiece a arder el bosque y ella se ponga a jalear a los negros para que corran a apagarlo, encontrará que sus negros tienen su propia filosofía y la niña —¿Flannery?— descubrirá en el rostro de su madre una antigua tristeza.

Ángel Ruiz dijo...

La indolencia de los negros la señala en un gesto de hombros caídos, que está al principio, cuando iban a pasar el tractor por un sitio más cómodo y les obliga a abrir el portillo, y justo al final, cuando el fuego les dé también un poco igual.
La señora Cope es un gran personaje. La hija que la juzga, que tiene rasgos de la propia Flannery, también se emparenta con Mary Grace, la chica que le tira un libro en la cabeza a la pobre señora Rubin, en "Revelación", ese grandísimo cuento muy en paralelo de este.

Yo disfruto mucho de todos estos comentarios, así que: adelante con los faroles.