jueves, 15 de octubre de 2009

Templo del Espíritu Santo

Es uno de mis cuentos favoritos, aunque no sea seguramente de los más perfectos.
A mí me conmueve sobre todo lo que dice el hermafrodita en la feria de pueblo, donde trabaja de atracción de feria (de esas que fotografiaba Diane Arbus):

God made me thisaway and I don't dispute hit
Dios me hizo deste modo y no se lo discuto

Y en una carta a Betty Hester [16.12.55, HB 124] le explica que el hecho de que la protagonista acepte el abrazo de la monja no es un acto de cobardía, porque en él le queda a ella la marca de la cruz en la cara; y justo a continuación la niña ve el sol como una hostia sangrante. El martirio que ella había aceptado de modo infantil ("she could never be a saint, but she thought she could be a martyr if they killed her quick") es finalmente la aceptación de la Cruz [y yo añado, aunque es evidente: todo mediado por la Eucaristía].

Y dice otras dos cosas interesantes:

Sobre la pureza:
it is an acceptance of what God wills for us, an acceptance of our individual circumstances.
es una aceptación de lo que Dios quiere para nosotros, la aceptación de nuestras circunstancias individuales

Y también:
As I understand it, the Church teaches that our resurrected bodies will be intact as to personality, that is, intact with all the contradictions beautiful to you, except the contradiction of sin; sin is the contradiction, the interference, of a greater good by a lesser good. I look for all variety in that unity but not for a choice: for when all you see will be God, all you want will be God.
Tal como yo lo entiendo, la Iglesia enseña que nuestros cuerpos resucitados estarán intactos respecto a la personalidad, es decir, intactos con todas las contradicciones hermosas para ti, salvo la contradicción del pecado; el pecado es la contradicción, la interferencia [por la que] un bien mayor [es superado] por un bien menor. Busco toda la variedad en esa unidad, pero no por elegir: porque cuando todo lo que veas sea Dios, todo lo que querás será a Dios.
***[Lo que está en negritas me parece muy importante, pero no consigo traducirlo bien. Lo que dice es que el pecado es que se entromente un bien menor en la elección de lo que debería haber sido un bien mayor]

5 comentarios:

Verónica dijo...

A mí es un cuento que me gusta muchísimo. Y me gusta sobre todo, por el acierto que supone mezclar cosas aparentemente inconciliables, sobre todo para una mentalidad "puritana" o protestante. De hecho, es un guiño humorístico el que la escritora hace al final, cuando nos enteramos de que ciertos predicadores han conseguido que la policía cierre la feria.

Me gusta especialmente "Un templo del Espíritu Santo" porque la niña protagonista pasa de una fe transmitida por su madre, a una fe personal, que hace suya, aunque sea a través de ese episodio cruel y en cierto modo brutal del hermafrodita empleado como atracción en una barraca de feria. La niña se ve que intuye la verdad de su fe, cuando se revuelve airada frente a la indiferencia con la que los dos chicos protestantes reaccionan ante el cántico eucarística del Pange Lingua. También se siente atraída desde el principio (lo consideraba como si le hubieran hecho un regalo) hacia la definición paulina del cuerpo como "templo del Espíritu Santo", que da nombre al relato. Ella misma percibe sus propias contradicciones interiores, cuando reconociendo que, por todos sus defectos, nunca llegaría a ser santa, sin embargo sí confiesa que podría ser mártir si la matasen rápidamente. Después el hermafrodita sirve como detonante de la historia, y revela de un modo abrupto en la mente de la niña, hasta qué punto es real el abajamiento de Dios, que no desdeña para "encarnarse" lo más feo, repulsivo y monstruoso. Es el hermafrodita el que permite que la niña, de un golpe, comprenda cuál es el meollo de su fe. Por último, la escena final -absolutamente sensacional-, con la bendición eucarística, y la imagen imborrable (que ella no ha visto en realidad) del "monstruo" de feria sin poder apartarse de su cabeza, le hacen percibir de un modo real el misterio de la Encarnación y de la Redención. En fin, es un relato inagotable.

Ya decía el Papa en el año 85 que "todo induce a pensar que cierta teología no cree ya en un Dios que pueda entrar en la profundidad de la materia; hay como un retorno de la indiferencia, cuando no del horror, de la gnosis hacia la materia" (Informe sobre la fe, página 86). Entiendo que haya mucha gente a la que este cuento les suma en la más absoluta perplejidad; de hecho la misma Flannery se dolía ante la indiferencia de la crítica, diciendo que este cuento -que ella tenía por uno de sus favoritos-había pasado sin pena ni gloria. En parte, se entiende, porque no es una historia "fácil", aunque es, sencillamente, genial.

Ángel Ruiz dijo...

Decía lo de la forma porque leí un artículo (Coulthard, A. R. “From Sermon to Parable: Four Conversion Stories by Flannery O'Connor.” American Literature 55, no. 1 (March 1983): 55-71: te lo envío a tu mail), que me convenció bastante en su momento, sobre cómo FOC fue mejorando en sus cuentos y cómo este es criticable por razones estructurales, 'narrativas'; y creo que tiene bastante razón: literariamente se le pueden criticar varias cosas, sobre todo el 'punto de vista' y ser demasiado explícito al final en la 'significación'.
A mí de todos modos me sigue pareciendo un gran cuento, lleno de humor y de profundidad: y es impresionante cómo consigue transmitir eso que explicas tú tan bien sobre la encarnación y la cenosis.
A mí el personaje del hermafrodita me parece admirable.

Verónica dijo...

El cuento -fallas aparte- me parece un puro logro de principio a fin. El final es de antología, y su carácter no debe ser tan explícito, cuando, antes al contrario, permaneció velado para gran parte de la crítica. Quizá escandalizó también, aunque en otro sentido. Reconozco también que gana a medida que lo lees, lo cual quiere decir que admite varios niveles de lectura, y que, como en toda obra de arte, es mucho más "lo que no se ve" que lo que se ve, el sentido del misterio, presente en este cuento de modo paradigmático.

E. G-Máiquez dijo...

Oye, yo también quiero que me mandes el artículo de Coulthard, por favor.

AFD dijo...

Ya que lo vas mandar... No me dejes fuera.

Saludos

Alfredo