jueves, 4 de julio de 2013

Por qué Matar un ruiseñor es un anti-Flannery

A Flannery no le gustó nada el libro de Harper Lee. A mí tampoco (la película he de reconocer que sí, aunque la última vez ya no)

Lo resume admirablemente Matt Forney, que yo os traduzco aquí:
Matar un ruiseñor es basura porque absuelve a la clase social de Lee -la élite rica, la clase alta- de su responsabilidad en crear una cultura de racismo en el Sur. En la novela, todo el racismo de Maycomb emana de los Ewell, un clan despreciado y aislado de «basura blanca» que vive en una choza de lata detrás del basurero del pueblo. Atticus Finch, el abogado del pueblo (y por eso mismo uno de los hombres más poderosos y respetados de Maycomb) no es hostil a los negros, tampoco el sheriff o las demás familias de clase media del pueblo. Hasta las familias trabajadoras como los Cunningham no son abierta y violentamente racistas.
Y a pesar de todo, a pesar de ser los únicos racistas del pueblo, los pobres y odiados Ewell de algún modo consiguen suficientes influencias como para acusar a un negro de un crimen que claramente no había cometido.
Y eso es el motivo por el que Matar un ruiseñor es parte de las lecturas de todos los colegios de América y por qué Sangre sabia lo leen pirómanos intelectuales resentidos como yo; es mentirosa, egoísta y reafirma los prejuicios de sus lectores izquierdosos. Los negros son buenos, los blancos de clase media son buenos, los blancos de clase baja son la raíz de todo mal, y la "pérdida de la inocencia" en una auténtica tragedia. Esa es una excelente regla para medir si algo merece tu tiempo: si se menciona un libro o película sobre que va de "la pérdida de la inocencia", huye por todos los demonios como si te estuviera acosando un yonki lleno de heridas con una jeringuilla.
Y aquí explica qué hace Flannery:
Flannery O’Connor no tenía tiempo de darle gusto a las modas de los puritanos del norte; estaba demasiado ocupada modelando el retrato más realista y apasionante de su tierra natal desde la muerte de Mark Twain. O'Connor evitaba la piedad y el sentimentalismo y pintaba a los sureños -blanco o negro, rico o pobre, hombre o mujer- como eran: desgraciados, estúpidos y corruptos. En su mundo, nadie es inocente y todo el mundo tiene la sangre del clasismo y el racismo en las manos, negros incluidos.
Tampoco caía en eufemismos: usaba “nigger” con frecuencia (cf. The Artificial Nigger), eso que para los liberales es como ajo para un vampiro.

2 comentarios:

Jaimemarlow dijo...

Ángel, el hecho de que solo los Ewell sean los únicos que aparecen retratados como abierta y violentamente racistas no quita que en los otros casos todo el mundo aparezca como inmaculadamente antiracista.
Tal y como yo recuerdo la novela, el único que aparece explícitamente como antirracista es Atticus (con sus hijos). En el resto de la población, o queda claro cómo piensan o claramente son racistas pero no "abierta y violentamente" (por ejemplo, la señora mayor a la que lee el hijo de Atticus o la maestra).

Ángel Ruiz dijo...

Sí, Jaime, eso seguramente sea excesivo. A mí lo que me llamó la atención es que se veía algo que me estaba rondando: una visión del racismo (la de Harper Lee) más políticamente correcta; otra, la de Flannery, menos optimista, más de ir al fondo y no esperar un cambio solo de la buena voluntad. Pero le tengo que seguir dando vueltas al tema.