Para empezar, no sé a quién se le ha ocurrido esa foto ni qué quiere decir. No me parece que tenga nada que ver con lo que escribió F.
Es una traducción de un volumen de Cuentos completos publicado en 1971; el único problema es que el orden de los cuentos es cronológico, con lo que algunos lectores pensarán que el nivel de Flannery es el de sus primeras tentativas. Un consejo para los que lean el libro: empezad por Un hombre bueno es difícil de encontrar, Revelación y La buena gente del campo. Si os gustan, leed los demás.
Lumen ya había editado en los 60-70 los libros de relatos (traducidos por Vida Ozores y Marcelo Covián), así que han tenido que traducir algunos más. En esos nuevos cuentos la traductora (Celia Filipetto) ha optado por recoger con lenguaje vulgar lo que es jerga (habitualmente de negros: por ejemplo pa por para, estuvistes: cosas así). Al principio me pareció mal (quizá en España estamos poco acostumbrados a eso, a la reproducción del lenguaje coloquial, acabo de caer en la cuenta), pero ahora creo que es un acierto, porque permite recoger algo de la voz del personaje, por ejemplo cuando habla en estilo indirecto; si no, se perdería esa perspectiva.
Sobre los textos de la sobrecubierta [entre corchetes mis comentarios]:
El genio lúcido, doloroso [¡para nada!, como diría Raúl] y atormentado [¡ni mucho menos!] de Flannery O’Connor alcanza sus más altas cimas en el cuento, género que cultivó ininterrumpidamente desde sus años de estudiante hasta su prematura y trágica [bueno, se murió de una enfermedad; su muerte es trágica para su madre, para mí cuando pienso que no pudo escribir más, pero no se suele hablar de 'trágico para eso] muerte. En este volumen se reúnen todos sus relatos, tanto los que publicó en vida como los que dejó inéditos, muchos de los cuales nunca se habían traducido al castellano. Las historias de este libro hiriente [¿hiriente para quién?] y sobrecogedor tienen como escenario los pueblos y las tierras del sur de Estados Unidos, especialmente su Georgia natal, un mundo decrépito y en ruinas cuyo secular abandono y pobreza ancestral aparecen marcados por la violencia y el odio. Pero más allá de la sordidez, los conflictos raciales, el asfixiante peso de la religión [nota progre, para quedar bien; Flannery siempre vio grandeza trágica en los protestantes fundamentalistas de su entorno] y la frustrada lucha por la libertad, hay siempre en los cuentos de Flannery O’Connor una extraña belleza, una íntima exposición moral de la condición humana que trasciende la anécdota [obsérvese cómo sortea toda referencia a la religión]. Comparada a menudo con William Faulkner o Carson McCullers, con quienes forjó lo que se ha llamado el «gótico sureño», Flannery O’Connor está unánimemente considerada como la gran narradora norteamericana del siglo XX.
Sobre la biografía que ponen [más corchetes míos]:
Flannery O’Connor nació en Savannah, Georgia, en 1925, hija única de una acomodada [pero su madre tenía que criar vacas para vivir] familia sureña de ascendencia irlandesa. La futura escritora siguió estudios universitarios en el Georgia State College for Women y en 1945 se licenció en ciencias sociales. Aunque su primer relato vio la luz en 1952, la revelación literaria de Flannery O’Connor se produjo en 1952 con la aparición de su novela Sangre sabia, años más tarde adaptada al cine por John Huston. Aquejada desde 1951 de una grave enfermedad en la sangre, que le afectó los huesos de las piernas y le obligó a andar con muletas, la escritora pasó los trece últimos años de su vida en la granja familiar de Milledgeville, dedicada a la literatura y a la cría de pavos reales. La publicación de su magnífico libro de relatos A Good Man is Hard to Find (1955) y de su segunda novela, The Violent Bear It Away (1960), cimentaron su prestigio como una de las narradoras norteamericanas más vigorosas y originales de su generación. Consumida por la enfermedad incurable que la aquejaba, Flannery O’Connor, demócrata y católica [esto es lo que más me gusta de todo, como si dijeran: no os preocupéis, es católica pero demócrata; por lo tanto noPor último, el prólogo. Es de Gustavo Martín Garzo (también hizo el prólogo de las Cartas); bien; es uno de los dos escritores españoles que pueden hablar sobre ella; el otro es José Jiménez Lozano. Su introducción está bien, aunque se vuelve a observar el temor a asustar a los lectores diciendo que Flannery tenía preocupaciones fundamentalmente religiosas.
tan mala], cuyo humor atormentado y sombrío [ni atormentado ni sombrío] la llevó a describir como nadie el primitivismo religioso del Sur bíblico y protestante [de primitivismo nada; llámalo fanatismo, radicalismo o lo que quieras, pero Flannery vio lo que tenía de grande], falleció el 3 de agosto de 1964, a los treinta y nueve años. La aparición póstuma de su libro de relatos Everything that Rises Must Converge (1965) representó la consagración definitiva de su prodigioso talento narrativo
A la editorial Lumen: de nada, aquí me tienen para lo que quieran.
[reedición de una entrada de hace años]
1 comentario:
¡Qué cubierta más publicitaria, tan a lo Vogue o EPS, de esas que se vuelven antiguas en un pispás!
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