Otra cosa que me gusta de Flannery -otra más- es que le importaba muy poco la cuestión de la ortografía, tema menor que algunos han acabado convirtiendo en el centro del saber humano.
Yo era un poco de ese grupo; hasta creo que me escandalizaba ver faltas de ortografía. Ahora me importa más bien poco -aunque prefiero no verlas-, pero como se usa la ortografía como medio rápido de escándalo y argumento beato de aburridos pseudocultos cuando no saben qué decir (-¡esta juventud ya no sabe escribir! dicen, y se quedan tan anchos) y como se utiliza también para distinguir naciones, poniendo kotxe en vez de coche o escribiendo lh por ll -o ll por lh-, pues que se vaya a la mierda la puta ortografía.
Y Flannery le dice a su editor, a propósito de unas pruebas de imprenta (HB 345):
Just spell the misspelled words right. I would never know the difference.Basta que corrijas las palabras con faltas de ortografía: yo no sería capaz de notar la diferencia.
5 comentarios:
Es que ibas a un extremo y ahora te vas al otro.
No puedo decir que la ortografía sea todo, pero tampoco despreciarla así nomás.
(Ojo que hablo en general, yo de Flannery no sé nada).
En esto, sin embargo, no coincido con Flannery. Me parece que la ortografía es una sanísima convención, que impone unos límites que no deben (no deberían) traspasarse. Cierto que es un medio, pero no por ello debe despreciarse sin más: esa actitud me parece una provocación gratuita, que no me casa con el modo de ser de Flannery. A lo peor, es que no lo he entendido. Decía Chesterton -más o menos- que antes de derribar una frontera, se debe uno preguntar para qué se puso ahí (lo decía a propósito del divorcio, pero mutatis mutandis, me vale también ahora). Que luego haya gilipollas que utilicen la cuestión ortográfica como arma arrojadiza, es otro cantar, que no cambia en nada lo anterior. No nos vamos a poner a su nivel, digo yo.
Creo que conseguiré convenceros a los dos de la escasa importancia relativa de la ortografía: partiendo de la base de que hay que respetarla, tampoco hay que obsesionarse con ella, creo; es un elemento más, merecería la pena centrarse en otras cosas o medir el nivel lingüístico por otros aspectos.
Y Flannery dice esto (y lo dice muchas más veces) porque era un hecho que le costaba la ortografía; y hay que tener en cuenta que es una carta privada a su editor: a mí me parece una enorme muestra de humildad (y también de saber poner la ortografía en su lugar).
Creo que he conseguido provocar con esta entrada: ¡bien!
Pues sí, lo has hecho. ¡Y nosotros entrando al trapo! En efecto, quizá no haya que ponerse tan serios con estas cosas. Aun así, me enerva ver faltas de ortografía (aún estoy en ese nivel en que "casi" me escandaliza ver una be en vez de una uve, o algo sin hache, cuando debería llevarla; quizá son mis ancestros vallisoletanos, tan puristas con el castellano).
Cuando fui profesor, me acabó importando poco la ortografía -además que es lo más fácil de corregir—. Con que la sintaxis fuera de este planeta, me daba por bien servido. Lo cierto es que la ortografía del castellano es mucho más sencilla que la del inglés. Nosotros tenemos reglas y algunas excepciones, ellos tienen casi puras excepciones. Las que fijaron los redactores del King James Bible, para ser exactos, pues antes cada quien escribía como Dios le daba a entender. Flannery, que era católica, no tenía por qué atenerse a las convenciones ortográficas protestantes.
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