En dos pasajes de dos diarios consecutivos de José Jiménez Lozano aparece un texto similar, sobre ese Cristo cercano al Santo Cristo de Burgos, realista y tremendo a la vez, del convento de las Claras de Palencia, del que hizo un poema muy tremebundo Unamuno. Todo ello le recuerda a esa figura jibarizada que está en el centro de Sangre Sabia, de Flannery O'Connor:
Hacía años que no veía el Cristo de las Claras, de Palencia. Y, naturalmente, me he acordado del estupendo poema de Unamuno, pero mucho más del cadáver de homínido reducido del museo, que es un Cristo en las páginas de Sangre sabia, de Flannery O'Connor. Creo que es con referencia a este Cristo como sería exigible hacer ahora la teología de la post-modernidad, «post-mortem Dei» y «post-mortem hominis». Nunca más seria (La luz de una candela en Obras completas, Diarios I, 815).
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Es terrible, pero esta vez que vuelvo a ver el Cristo de las Claras de Palencia, que está expuesto en el coro bajo de la iglesia y a una luz muy cruda, no evoca en mí para nada el poema unamuniano, sino el cadáver reducido que hay en el museo, en Sangre sabia de Flannery O'Connor, y que verdaderamente es algo tan terrible; no «un Cristo de tierra», como decía Unamuno, sino algo un poco nauseabundo y risible, quizás el Cristo del Viernes Santo especulativo de Hegel, y el de la muerte de Dios nietzscheana, el desecho de la modernidad, incluso religiosa, que, sin embargo, como en la novela de la O'Connor, puede funcionar rentablemente (Los cuadernos de letra pequeña en Obras completas, Diarios I, 865).
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