Hace años leí una reseña que hizo Flannery; ahora he vuelto a ella y me han dado ganas de compartirla* con vosotros, porque acabo de terminar el libro de von Balthasar sobre santa Teresa de Lisieux (fascinante: gracias, Suso) y ha crecido -si cabe- mi admiración por ella:
*Lorine M. Getz, Flannery O'Connor: Her Life, Library and Book Reviews, The Edwin Mellen Press, New York & Toronto, 1980The Bulletin, May 26, 1956. Two portraits of St. Thérèse of Lisieux, Etienne Robo, Regnery, 205 pp. Reviewed by Flannery O'Connor
A los que nos repelían los retratos populares de la vida de santa Teresa de Lisieux y a la vez nos atraía su voluntad de acero y heroísmo [her iron will and heroism], que transparentan incluso en los retratos más dulzones, nos alegrará saber por el estudio del padre Robo [sic] que esa reacción no es totalmente perversa. El autor muestra que la vida de la santa, tal como ha aparecido en varios libros, fue manipulada para hacerla más edificante. De hecho, duda de si podemos estar seguros de que el manuscrito de su autobiografía no haya sido también alterado por el mismo motivo pío. A estas alturas el Carmelo ya ha admitido que las fotografías fueron retocadas. El Carmelo lo justifica como un intento de lograr un 'parecido medio mayor'.
Esa práctica de hacer que el santo parezca más edificante de acuerdo con la convención popular de lo que es edificante, se ha venido haciendo desde hace mucho tiempo en la hagiografía y se basa en una concepción de la verdad diferente de la que tenemos ahora. Es una concepción que no tiene escrúpulos en permitir la reordenación de la naturaleza para que se adapte al tipo ideal; como tal, está más relacionada con la ficción que con la historia. Que santa Teresa ha sido ficcionalizada por las fuentes conventuales es ahora un hecho evidente, pero el padre Robo, en este estudio, ha avanzado para descubrir la santa real en su muy humana y terrible grandeza [in her very human and terrible greatness], y para extender por ese medio su devoción.
A muchos les costará despedirse de la leyenda y especialmente de la cara que durante tan tiempo se ha considerado que era la de santa Teresa. Esa cara, sin embargo, es el resultado de algunos retoques hechos por su hermana, Celina, que era, según costumbre de monjas, pintora. Celina cambió la cara redonda, cómica, dura y determinada [round, comical, fiercely determined face] que parece que Dios le dio a Teresa por otra sin carácter, dulzona y alargada, que pensó que hacía más justicia a la santidad. El padre Robo, comparando con fotos no retocadas, se preguntaba caritativamente si no padecía astigmatismo.
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